Hace algunos años lo que molaba al final de una manifestación era romper los cristales del McDonald's. De hecho, en Barcelona, al llegar la fecha señalada los operarios de la multinacional americana tapaban los cristales de la franquicia como si fuera a pasar por allí un huracán .
Pero eso era entonces. Ahora lo que se lleva es tirar por tierra a empresas españolas. Si uno viaja un poco, advierte enseguida el íntimo orgullo con el que algunos pueden enumerar la lista de las empresas propias que atraviesan fronteras. Pero, en esto también, Spain is different.
Una manifestación en Barcelona de los sindicatos CGT y CNT ha querido dejar su huella sobre una multinacional española, que da empleo a muchos españoles y paga impuestos en su país. Sobre el imperio de Amancio Ortega, antihéroe del empresariado, no se pone el sol.
Podría pensarse que la manifestación en cuestión tenía entre sus fines alguna reivindicación contra tal marca. Pero no, la concentración tenía como fin luchar contra los recortes impuestos por el gobierno. Y lo hicieron de esta guisa contra una empresa que nada tiene que ver con la reivindicación sindical.
La barbarie se ha adueñado de los sindicatos que tienen que justificar su existencia para seguir viviendo del cuento público. Al precio que sea.
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