lAS PRÁCTICAS DE RIESGO AUMENTAN
¿Nos hemos vuelto inconscientes? Del porno a la generación de la 'marcha atrás'
Fue en 1981 cuando aparecieron los primeros casos de SIDA entre homosexuales. Dos o tres años más tarde los franceses Françoise Barré-Sinoussi y Luc Montagnier, del Instituto Pasteur, consiguieron aislar el virus, descubrimiento que les valió a ellos un Premio Nobel y a la humanidad el desarrollo de un anticuerpo, así como el comienzo de investigaciones acerca de una posible vacuna. En 1986 se denominó como VIH (virus de inmunodeficiencia humana).
El llamado síndrome de inmunodeficiencia adquirida se asoció primero con la homosexualidad, aunque en seguida se observó que ninguna persona estaba exenta de poder padecerlo. Los brotes iniciales, unidos a la gravedad de las consecuencias, la ignorancia acerca de la enfermedad y un profundo desconocimiento sobre las causas exactas de su transmisión desembocaron en campañas de prevención máxima: el uso del preservativo se convirtió en fundamental.
Los profilácticos se convirtieron entonces en los protagonistas de los carteles que poblaban las marquesinas, los anuncios televisivos, las campañas estatales. En España data de 2008 la campaña Sólo con condón, sólo con coco, en la que un vídeo de pretendido rap intentaba aproximarse al lenguaje de los jóvenes para instar al uso del preservativo. Es cosa de dos, también española, salió en 2010 y animaba a usar protección por numerosos motivos, aunque la campaña estaba más enfocada a prevenir los embarazos no deseados.
No obstante, el auge de estas campañas se produjo en los años 90, cuando los coletazos del SIDA y la desinformación al respecto eran mayores que nunca. El célebre Póntelo, pónselo data de 1990. En la actualidad no sólo no son tan frecuentes este tipo de recordatorios, sino que el pánico inicial ha pasado.
La información y el control
Conocidas las causas exactas de la transmisión del SIDA, las vías de contagio y los diferentes porcentajes de riesgo que cada una de ellas supone, así como la probabilidad de contracción de la enfermedad y los numerosísimos métodos anticonceptivos que existen, los miedos ya no son tantos y, en ese sentido, la precaución ha disminuido. Como con toda causa a defender, tras la radicalidad inicial –el extremo necesario para concienciarnos de algo– llega la estabilización y la regularización.
El problema surge cuando esa cesión del pánico se une a otra serie de motivos, de lo más diversos, que en diferentes ámbitos de la población han hecho que el uso de los preservativos disminuya considerablemente y, en algunos casos, se eluda por completo.
El caso de la industria pornográfica
El porno es uno de los sectores en que con más ahínco se han desplegado esfuerzos y precauciones para no tener que usar profilácticos, por razones casi evidentes relacionadas con la estética idiosincrásica de la propia industria. Sin embargo, su firmeza en el rechazo al uso de los condones parece haberse puesto en duda con los recientes hechos acontecidos en California.
Ya en agosto la Free Speech Coalition, asociación que aprueba y fomenta el entretenimiento adulto, impuso la suspensión de una semana en los rodajes, tras conocerse que la actriz Cameron Bay acababa de contraer el virus del sida. Tras la pertinente comprobación de que ninguno de sus habituales compañeros había sido contagiado, la suspensión cesó, aunque por poco tiempo. El 6 de septiembre la FSC reinstauraba esta medida, a raíz de tres nuevos casos de contagio.
Rod Daily, actor especializado en la pornografía homosexual y compañero de Cameron Bay anunciaba su condición de seropositivo en su cuenta de Twitter, donde decía padecer “un VIH agudo, lo que significa que he sido infectado recientemente”. Tras esta declaración han sido otros dos los actores que proclamaban su contagio, esta vez bajo el anonimato. Presionada por las autoridades, que criticaban una gran falta de prudencia, la FSC se ha visto obligada a parar de nuevo los rodajes.
Los acontecimientos han reavivado la batalla ya existente entre la Aids Healthcare Foundation (AHF) y el porno. La AHF reprocha a la industria pornográfica la no aplicación de la conocida como ‘medida B’, que desde 2012 impone el uso de profilácticos en las producciones de Los Ángeles. La medida, no obstante, ha sido debatida en numerosas ocasiones, y la industria del porno ha alegado que la autorregulación y las pruebas regulares son efectivas.
Vuelta a la ‘marcha atrás’
Al contrario de lo que puede parecer, el rechazo al uso de los condones no es exclusivo de un mundo tan hermético como el del porno. Así lo indica un estudio de la Duke University Medical Center, que muestra que el 31% de las mujeres sexualmente activas de entre 15 y 24 años ha usado la marcha atrás como método anticonceptivo. La SEGO (Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia) ha publicado datos equivalentes en el caso de España, y es que de la ‘marcha atrás’ se habla poco, pues parece un tema tabú, practicado por inexpertos o inconscientes del riesgo, pero se recurre a ella con más frecuencia de la que pensamos.
Es cierto que aquellas mujeres que recurrieron a esta práctica en sólo una ocasión fueron contadas en el estudio, pero los datos son preocupantes porque también es verdad que las mujeres que habían confiado, aun esporádicamente, en que sus compañeros de cama iniciaran la retirada en el momento oportuno presentaban una tasa mucho más elevada de embarazos no deseados que las que nunca lo habían hecho. El 21% de las mujeres que habían confiado en la marcha atrás se habían encontrado con un embarazo no deseado. Por supuesto, consideradas todas las precauciones el riesgo también existe, pero desciende al 13%.
Además, el estudio mostraba que las mujeres que confiaban en una retirada a tiempo habían tenido que recurrir con más frecuencia a la contracepción poscoital de emergencia.
Uno de los datos más reveladores del estudio es que las mujeres que relegaban siempre la posibilidad de la concepción en el coitus interruptus tenían menos probabilidades de quedarse embarazadas que las que lo hacían unas veces sí, otras no. Según la doctora Annie Dude, el dato es estadísticamente insignificante, pero lo que puede sugerir es que el problema no es sólo la eyaculación fuera de la vagina en sí misma. Más aún si se liga a otra investigación del Guttmacher Institute, donde se decía que la 'marcha atrás' era sólo algo menos efectiva que los condones en manos del “usuario típico”, siendo este codificado en los términos de la investigación como “inconstante y descuidado”. Es decir, parece plausible que el uso del coitus interruptus sea prueba de una ligereza general en el cuidado que se pone en la contracepción: tomarse la píldora sólo a veces o no tener siempre condones a mano son prácticas más habituales de lo que parece.
Es difícil desentrañar las razones objetivas de todo esto, pero facilitar el acceso a los anticonceptivos a las personas de entre 15 y 24 años no debería suponer un problema (los profilácticos son, además, bastante caros: ¿de cuánto dinero dispone un adolescente para pasar el fin de semana?). Existen, por supuesto, razones culturales, la dificultad en la firmeza a la hora de negarse a tener relaciones sexuales sin condón, el peso de la religión o cualquier otro motivo, según los entornos y ambientes, que revelan que los beneficios del uso del condón en caso de penetración no están lo suficientemente claros. La falta de privacidad y las inseguridades de la juventud con respecto al sexo contribuyen, sin duda, a estos resultados.
Coitus interruptus también en la madurez
Al margen del problema que puede suponer el concienciar y facilitar a la juventud acerca del uso del preservativo, parece que actualmente su empleo no está claro para ningún sector de la población.
En una época en que todo se pone en duda, las reflexiones sobre los métodos anticonceptivos (a menudo desde puntos de vista feministas) proliferan en los medios y los libros al respecto. Sweetening the Pill (“endulzando la píldora”) es el libro de Holly Grigg-Spall en el que se denuncian los que para la autora son los terribles efectos secundarios de la contracepción hormonal. Está dedicado a “todas las mujeres que han sufrido física y emocionalmente como resultado del control de natalidad hormonal”.
En un reciente artículo de The Cut la periodistaAnn Friedman se refería a la “generación de la marcha atrás”, y es que el preservativo tampoco queda excluido de la criba de los métodos anticonceptivos. Friedman dice que la mayoría de las mujeres están de acuerdo en que los condones son de los peores métodos (en cuanto a que interfieren en el acto sexual en sí), pero aún así muchas féminas, aun hallándose en una relación monógama y estable, prefieren usarlos antes que tomarse una píldora hormonal cada día. Es precisamente en este tipo de mujeres donde el coitus interruptus se ha erigido como el método estrella.
Se trata de mujeres que están hartas de tomar hormonas, se hallan en una relación que implica un compromiso serio, con un hombre en el que realmente confían en echar cuentas, de modo que sólo utilizan el condón cuando están ovulando. Es un riesgo que todas parecen asumir cómodamente.
Friedman tiene muy clara la definición a la que responden este tipo de mujeres: “Compran comida orgánica y productos de limpieza naturales. (…) Se dejan guiar por el placer sexual –ven los orgasmos como un derecho, no un privilegio– y odian el tacto de los condones. No se retratarían como aficionadas al porno o algo así, pero no creen que sea degradante que un hombre se corra sobre ellas. Están hartas de relaciones supuestamente igualitarias en las que la responsabilidad de no quedarse embarazadas depende exclusivamente de ellas. (…) A pesar de que las los métodos contraceptivos no hormonales son frustrantemente limitados, ahora disponen de nuevas herramientas: con las aplicaciones que rastrean el periodo, seguir el ciclo menstrual ya no es del dominio de los hippies y de aquellos que están en tratamientos de fertilidad. Saben cuando tienen que hacerle ponerse un condón”.
Estas mujeres, eso sí, llevan muchos años con su pareja, condición indispensable para entregarse a la confianza que la ‘marcha atrás’ requiere y que, por otra parte, a veces supone una presión demasiado grande para ellos.
Anticonceptivos imperfectos
Sea, pues, porque así lo requiere la industria pornográfica, por desinformación o inconsciencia juvenil o por una situación de confianza y estabilidad que nos permite correr el riesgo, parece que los condones no son un método anticonceptivo idóneo. Ni los condones, ni ninguna otra vía de control de natalidad, todas ellas eficaces, pero ninguna perfecta. La vuelta al tradicional coitus interruptus puede resultar, sin embargo, demasiado arriesgada, ya que todos los ginecólogos coinciden en que su fiabilidad es muy baja, y no sería raro que su expansión condujera al abuso de la contracepción poscoital de emergencia o, en caso extremo, de los abortos inducidos. A esto, además, podemos añadir que hay algunas enfermedades (como ciertos tipos de cánceres) de las que aún no tenemos ninguna certeza, pero los estudios que empiezan a realizarse indican que el sexo oral o genital sin precaución, ligado a la promiscuidad, puede ser el causante. Así lo indicaun estudio publicado en el Journal of the National Cancer Institute, que relaciona el aumento de cánceres anales y bucofaríngeos con la diversidad en el número de parejas sexuales y las prácticas genitales y orales. Por todos esos motivos, y aunque el coitus interruptus es fácil, gratis y está al alcance de la mano, la mayoría de los expertos desdeñan esta moda y recuerdan que, en muchos casos, es mejor prevenir que curar.
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