Los problemas de comunicación son habituales en todas las relaciones personales, pero lo son aún más en el ámbito amoroso. Todas las parejas tienen discusiones porque una de las partes no ha escuchado a la otra. El conflicto suele desarrollarse siempre de la misma manera: sabemos que nuestra pareja nos ha dicho que teníamos que hacer algo en concreto, pero no nos acodamos de qué era. Y no es que se nos haya olvidado, es que, sencillamente, no le estábamos escuchando cuando nos lo dijo.
Aunque los hombres tengan peor fama, a las mujeres les ocurre con la misma frecuencia. En las parejas, sobre todo las de largo recorrido, las partes tienden a ignorar de forma recurrente la conversación de la otra persona cuando esta versa sobre algo que no les interesa. Las razones para ignorar a nuestra pareja pueden ser múltiples, pero no sólo el aburrimiento o la desidia tienen la culpa. La realidad es que, según acaba de mostrar un estudio científicopublicado en la revista Psychological Science, todos procesamos la voz de nuestra pareja de distinta manera a la de los desconocidos: tenemos más facilidad para escucharla, pero también para ignorarla.
Los adultos de mediana edad tienen la capacidad de distinguir la voz de su pareja, ignorarla, y prestar mayor atención a la conversación de un desconocidoLos investigadores, liderados por Ingrid Johnsrude de la Universidad de Queens (Canadá), pidieron a cada miembro de los matrimonios objeto del estudio que se grabara leyendo un manual de instrucciones, cuyo contenido era poco interesante. A la hora de seleccionar los matrimonios los científicos escogieron a personas de entre 44 y 79 años. Su intención era trabajar con parejas de largo recorrido, muy acostumbradas a la voz de su compañero.
Tras recopilar las grabaciones, los científicos mezclaron éstas con conversaciones de desconocidos, que hablaban al mismo tiempo y con el mismo volumen. La idea era simular los entornos en los que nos movemos en nuestro día, donde las voces familiares conviven con las de extraños. Tras la escucha se pidió a las personas que se enfocaran en escuchar la voz de su pareja o la del desconocido. Los resultados fueron sorprendentes.
Los beneficios de escuchar a nuestra familia
Los participantes del estudio fueron mucho más precisos en su tarea cuando tenían que escuchar a su pareja, pues percibían la voz de ésta con mucho más claridad que la de los extraños. Pero, a su vez, tenían más facilidad para ignorarla cuando era necesario. A las parejas les costaba más separar la conversación de un extraño respecto a la de otro extraño que separar la conversación de su pareja para atender la de un desconocido. Una capacidad que era especialmente eficaz entre las parejas más jóvenes.
Es preferible estar atento a lo que tiene que decir una persona a la que sólo escuchamos de forma fugaz, que a lo que nos puede decir nuestra pareja, a la que vemos todos los días“Los adultos de mediana edad tienen la capacidad de utilizar sus habilidades para distinguir la voz de su pareja para ignorarla y prestar mayor atención a la conversación de un desconocido”, ha explicado Johnsrude en la presentación del estudio. Esto explicaría por qué, cuando nos interesa más lo que está contando otra persona –venga esta voz de la calle, la televisión o cualquier otro sitio–, tendamos a ignorar por completo lo que nos dice nuestra pareja. Se trata de una habilidad que presenta una importante ventaja evolutiva: es preferible estar atento a lo que tiene que decir una persona a la que sólo escuchamos de forma fugaz, que a lo que nos puede decir nuestra pareja, a la que vemos todos los días y a la que (casi siempre) podemos pedir que nos repita las cosas.
Esta habilidad, no obstante, disminuye a medida que nos hacemos mayores. Cuanto más viejos eran los participantes del estudio más dificultades tenían para distinguir lo que decía la voz del desconocido. En definitiva, como apunta Johnsrurde, “la gente de mediana edad puede ignorar a sus parejas, la gente mayor no”.
Los investigadores creen que, a medida que las personas envejecen, su habilidad para organizar una escena auditiva en función de lo que saben sobre cada voz disminuye. Esto tiene una interesante consecuencia positiva: cuando nos hacemos mayores nos es más difícil distraernos de lo que nos dice nuestra pareja. En definitiva, aunque oigamos peor, escuchamos mejor a quien tenemos que escuchar: la persona que mejor nos conoce y de la que puede depender nuestra seguridad.  
“Nuestros hallazgos podrían ayudar a resolver un problema muy habitual entre los ancianos: la dificultad que tienen para escuchar a alguien cuando hay otros sonidos de fondo”, explica Johnsrude. “Hemos identificado un factor cognitivo, la familiaridad de la voz, que puede ayudar a los mayores a escuchar mejor en este tipo de situaciones”.