martes, 8 de octubre de 2013

Suraj, el primer asesino que confiesa por WhatsApp

Suraj, el primer asesino que confiesa por WhatsApp


Desafortunadamente, los asesinos aportan pocas pistas que puedan delatar sus futuras intenciones. Y a la vista del caso de Suraj, autor de la muerte a puñaladas de su madre en la madrugada del domingo en Zaragoza –supuestamente tras una discusión por la separación de sus padres–, es aún más extraordinario que el criminal confiese su crimen en el universo on-line. Fuentes policiales aseguraron a este diario que estamos ante el «primer caso» en que así sucede. No sólo en WhatsApp, sino en las redes sociales en general. De hecho, si hay que buscar un precedente, agentes consultados por LA RAZÓN reconocen que sólo se había dado con confesiones telefónicas en crímenes de carácter pasional. Fuera de nuestras fronteras sí que se han detectado recientemente dos confesiones en la red, ambas durante el pasado agosto en EE UU: Matthew Cordle, que reconoció en YouTube haber atropellado mortalmente a un hombre de 61 años, y Derek Medina, que confesó en Facebook haber disparado a su mujer.
Según explicaron desde la Policía Nacional, sí que es frecuente que la Sección de Análisis de Conducta (SAC), sobre todo en los últimos tiempos a raíz del auge de las redes sociales, haga un rastreo digital del sospechoso: su actividad en Twitter, si posee un blog –tal era el caso del detenido, que creó uno dedicado al balonmano– o si tiene perfil de Facebook. Posibilidades que pueden arrojar luz en la investigación. Hasta ahora, uno de los principales aliados de los agentes ha sido Twitter, sobre todo para resolver delitos de amenazas. Pero el caso que nos ocupa es inédito. ¿Qué pretendía Suraj cuando decidió compartir su crimen con sus amigos en WhatsApp?
«Hoy, el lenguaje de los jóvenes es el virtual más que el oral», explica el psiquiatra forense José Cabrera. Sólo hay que ver a un grupo de adolescentes para percatarse de ello: «En cuanto hay cuatro jóvenes en torno una mesa no se hablan entre ellos; cada uno está pendiente de su teléfono», explica. Por eso, no es raro que el detenido «lo verbalice a través del WhatsApp».
A esta condición de «nativo digital» del joven, Ricardo Magaz, presidente de la Sociedad Científica Española de Criminología, cree que puede albergar una inteción narcisista. En la conversación de WhatsApp adelantada por LA RAZÓN, Suraj se lo decía dos veces a sus amigos: «Me vais a ver en las noticias». «Quizá quiso tener su momento de gloria ante su parroquia. Gloria muy efímera, por el caso en sí. Pero podría tener afán de protagonismo», explica. Tampoco puede obviarse un factor de arrepentimiento –«muy habitual en este tipo de crímenes»– e incluso un aire de «despedida» ante su parroquia. No en vano, el joven anunció su intención de suicidarse. Según ha podido saber este diario, amigos suyos habían leído en su diario que quería quitarse la vida antes del asesinato de su madre.
Mientras, siguen trascendiendo detalles de la investigación. Suraj se cambió de ropa y lavó el cuchillo con el que presuntamente asestó a su madre varias puñaladas tras una discusión familiar,según fuentes policiales. El menor ha pasado sus primeras horas en la residencia de menores de Juslibol.
Sus compañeros del colegio La Salle Santo Ángel matizaron en una carta publicada en los medios que «era un chico muy agradable, buena persona y siempre tenía una sonrisa en la cara». «Era un niño muy tranquilo, respetuoso y callado», dijeron también los docentes del colegio donde cursó educación primaria. Además, resaltaban que «era encantador y sus padres, unas bellísimas personas» y que, en concreto, «su madre estaba muy volcada en él», por lo que no se explican lo que ha podido pasar.
Sin embargo, sus amigos explicaron que era un chico pacífico pero «con algún problema personal derivado de su dura infancia en su país de origen». De hecho, la vida de Suraj en la India fue complicada. Este diario ha podido saber que sufrió maltrato durante los años en los que residió en su país. Las experiencias vividas en su niñez le ocasionaba dificultades para «poder expresar bien lo que realmente sentía y pensaba», relata su círculo más próximo. Además, presentaba unas magulladuras en su cuerpo que delantaban un sufrimiento que Suraj no pudo dejar atrás, a más de siete mil kilómetros.

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