Cuidan con celo su dieta. Siguen programas de entrenamiento semanales. Gastan lo último en equipación deportiva. Casi todos superan los 40 años y sin embargo apuran sus facultades físicas hasta conseguir retos nunca antes imaginados. Banqueros, consultores, abogados… la elite directiva de estos sectores profesionales ha encontrado en los deportes de resistencia un nuevo espacio donde competir contra sí mismos y contra los demás. Y si el maratón fue el primer referente, "la nueva droga" es el triatlón.   
Todo empezó con el running hace algunos años. El gusanillo de salir a correr para mantener la línea se fue estirando en el tiempo y en el kilometraje, de modo que plantearse el objetivo de correr un maratón se convirtió en la prueba que debía tener en su haber todo aquel que se preciara. El efecto contagio se extendió como la pólvora entre los ejecutivos, que a pesar de su estereotipado estrés laboral todavía madrugan un poco más o llegan más tarde a casa con tal de hacer su hora de carrera.
A medida que ese furor por correr se ha convertido en un fenómeno popular en toda España, con cientos de citas de todas las distancias y para todos los públicos, los más avanzados han ido poniendo sus retos en pruebas más exóticas. La meca de este fenómeno era hasta ahora la maratón de Nueva York, que se celebra todos los años el primer domingo de noviembre, pero también empieza a ser una prueba al alcance de cualquiera. Este año, sin ir más lejos, de los 35.000 participantes, casi mil eran españoles.
Para muchos, el maratón ha servido de prueba de fuego para descubrir el mundo de los deportes de resistencia. Correr 42 kilómetros tiene mucho de esfuerzo personal, pero el objetivo se agota de inmediato, una vez completada la prueba. Algunos, incluso, tratan de hacer marcas. En cualquier caso, nunca se es lo suficientemente competitivo como para ganar. Ni siquiera para rivalizar contra los demás. Es un reto individual, compites contra ti mismo. Siempre hay mucha gente que queda por delante y por detrás. 
No es sólo practicar deporte. Se trata de hacerlo de forma competitiva. Sólo eso explica que un libro como Born to run se haya convertido en best seller y que su autor, Christopher McDougall, haya revolucionado la técnica de correr tras redescubrir para el gran público las aptitudes atléticas de la tribu mexicana de los tarahumaras. Esta referencia bibliográfica se ha convertido en una especie de manual, pero puede ser insuficiente. Quienes prefieren más y superan la fase autodidacta recurren incluso al entrenador personal.   
Oliver de la Fuente es un testigo privilegiado de todo este fenómeno. Por azares varios, este burgalés (Roa de Duero, 1978) licenciado en INEF se ha convertido en cuestión de unos años en uno de los personal trainers más solicitados de Madrid. Aunque llegó al mundo del entrenamiento de alta competición de rebote, la amistad fortuita trabada con el socio director de un importante despacho de abogados le ha abierto las puertas de los despachos presidenciales de medio Paseo de la Castellana. 
Su método de entrenamiento, bastante alejado de otros manuales convencionales, ha hecho de sus servicios los más solicitados. Atiende una cartera de cerca de 30 clientes, los justos para dar un trato personalizado y poder vivir bien de su trabajo. A pesar del boom existente, no quiere asumir más compromisos. Incluso deriva referencias a otros colegas de profesión. Es época de vacas gordas, pero no quiere descuidar la base del modelo que le ha llevado hasta donde está. Conviene que dure en el tiempo.
Por curioso que parezca, su móvil forma parte de la agenda de varios consejeros delegados del Ibex 35. "Oriento el contenido de sus dietas y diseño los programas de entrenamiento", explica sin revelar la identidad de sus corredores. "Luego, procuro entrenar una vez a la semana con cada cliente, para corregir técnica y hacer el entrenamiento más fuerte". Oliver, por ejemplo, cobra por cada clase presencial. Otros entrenadores facturan un fijo al mes (200 euros) por un lote de servicios pactado.
Este joven atleta, que en las semanas cumbres de trabajo llega a realizar cinco sesiones distintas en un día, ha descubierto el fenómeno patológico que esconde el deporte de resistencia entre los ejecutivos. "Algunos clientes habían llegado a olvidar documentos de trabajo para un viaje antes que las zapatillas de correr. Otros igual me llamaban nada más bajar del avión para realizar una sesión de entrenamiento", recuerda mientras sacude la cabeza. "Correr ha llegado a convertirse en otra actividad estresante".
Ese celo por superarse y encontrar nuevos retos ha hecho del triatlón la nueva estrella. Esta disciplina aúna la práctica de natación, ciclismo y carrera. Existen distintas modalidades, según las distancias a recorrer en cada prueba, aunque el estándar internacional es la categoría olímpica (1,5 km / 40 km / 10 km).Sin embargo, por si ese combinado resultara asequible, cualquier iniciado con traje y corbata sueña con ser un ironman, es decir, culminar la prueba reina de 3,8 km de agua, 180 km de bici y 42 km de zapatilla.
"Esta modalidad reúne todo lo que exigen aficionados de este perfil", asegura Oliver de la Fuente. "Es exigente como prueba de resistencia y además permite competir contra los demás, sin importar el puesto". Además, a diferencia del maratón, está al alcance de pocos, lo que alimenta su atractivo. La mecha de su popularidad es limitada, pero figuras mediáticas como Josef Arjam capitalizan un fenómeno con eco internacional gracias a los éxitos de triatletas como Javier Gómez Noya o Iván Raña