En la división de familia del Tribunal Supremo de Inglaterra están acostumbrados a lidiar con todo tipo de problemas domésticos, pero hasta el juez más veterano se quedaría de piedra al escuchar lo que escuchó el responsable de dirimir la causa que enfrentaba a un adinerado empresario británico y su exmujer.
La pareja se casó en los 70 y se divorció en los 90, pero, tal como han explicado las partes litigantes en el juzgado, trataron el divorcio como “un trozo de papel” y siguieron viviendo juntos. Hace cinco años, el millonario –que ronda los 70 años– conoció otra mujer, y la acogió en casa junto a su hija de de 12 años.  Entonces, le pidió a su exmujer –que ronda los 50 años– que se quedara a vivir en casa como “una especie de asistenta”, atendiéndole a él y a su nueva compañera. Una sugerencia que ella, de forma poco sorprendente, consideró “muy humillante y desagradable”.
El millonario explicó al juez que estaba sorprendido por la negativa de su exmujer a quedarse en casa como asistentaLa mujer consultó a sus abogados para llegar a un arbitraje con su marido, pero este se volvió muy agresivo. Le dijo a su exmujer que iba “a suicidarse o hacer una huelga de hambre” si acudía al juzgado para tratar asuntos financieros. Pero, claro, el caso acabó en el juzgado, donde el millonario, ni corto ni perezoso, explicó al juez que estaba “sorprendido” por la negativa de su exmujer a quedarse de chacha en casa.
El juez acabó fallando en favor de la mujer, debido a que no encontraba distinción entre la vida de la pareja antes y después del divorcio y hasta que llegó la nueva pareja del marido a casa. El juez obligó al millonario a repartir la mitad de su fortuna (más de 13 millones de libras), pero antes de la sentencia la mujer había firmado un acuerdo, por lo que el fallo no ha tenido efecto, pese a las alegaciones de ésta, que insistía en que había sido coaccionada.
Un caso inusual, pero no único
Según ha explicado Eillen Pembridge, una abogada de familia británica, aThe Telegraph, el caso es inusual, pero si una persona no hace una reclamación financiera a su pareja en el momento del divorcio, no significa que no pueda hacerlo en el futuro: tiene derecho a hacerlo en cualquier momento.
Pembridge sólo recuerda un caso parecido, el de una mujer tailandesa que se divorció de su marido, británico, y se quedó a vivir en su casa de Waterloo como asistenta. Después de la muerte de éste, el juez le dio la mitad de los bienes, pero estuvo obligada a compartir la casa con la segunda mujer de su exmarido.