“OH, DIOS MÍO, ME HE QUEDADO CIEGO"
“Un orgasmo casi me mata”: cómo el placer puede conducirte a la sala de urgencias
Los libros en los que un paciente que ha sufrido una dañina y complicada dolencia relata su proceso de superación de la misma con el objetivo de animar a otros que se encuentran en su misma situación son relativamente comunes. Lo que ya no resulta tan habitual es que estos comiencen con un capítulo en el que se relata cómo el origen de la enfermedad tiene su origen en un intenso orgasmo, tan intenso que dio lugar a una hemorragia cerebral que casi acaba con la vida de su autor.
Es lo que ocurre en el libro de Ashok Rajamani El día que mi cerebro explotó: una historia verdadera (Algonquin Books), que acaba de ser publicado en Estados Unidos, y en el que explica su laborioso proceso de recuperación tras sufrir un accidente cardiovascular a los 25 años. Pero si algo distingue a este volumen es la divertida sinceridad con la que el poeta y escritor de origen indio relata el episodio de onanismo que casi cercena el hilo de su vida. Como él mismo cuenta en el volumen, “me había masturbado antes innumerables veces, pero este orgasmo fue diferente; este orgasmo no fue natural”.
Una explosión nuclear poco sensual
La mañana en que la vida de Rajamani cambió para siempre fue la del día en que su hermano mayor, Prakash, iba a contraer matrimonio. Era el 17 de marzo de 2000 y Ashok se preparó para una sesión de autosatisfacciónmientras el resto de su familia hacía turismo en Washington D.C., ataviado únicamente con una camiseta de Def Leppard de los años ochenta, “una vestimenta apropiada”.
Rajamani perdió de súbito la visión, “como si hubiesen vendado mis ojos”. Lo primero en lo que pensó el autor es que “todos los rumores sobre la masturbación eran ciertos”, y alguna clase de maldición bíblica había caído sobre él. “Oh, Dios mío, me he quedado ciego”, pensó, justo antes de que su vista retornase, aunque el mundo aún parecía envuelto en niebla, y de repente, se desplomó.
“Mi cabeza estaba llena de un dolor insoportable”, escribe en el libro. “Mi universo me estaba abandonando lentamente”. De repente, en ese preciso momento, su cuerpo le envió una señal inequívoca: “Sabía que iba a morir”. Pero fue capaz de reaccionar a tiempo y consiguió alcanzar el teléfono para solicitar ayuda en recepción –no sin antes haberse puesto los calzoncillos– y, gracias a ello, su hermano fue capaz de conducirle al hospital antes de que fuese demasiado tarde.
Los accidentes ocurren
Cuando volvió a abrir los ojos, Rajamani no sabía dónde se encontraba, hasta que su mirada se cruzó con la de su hermano, que manifestaba una visible preocupación. “Estás en un hospital. Dicen que has tenido una hemorragia cerebral. Tu cerebro sangró”. Al lado de su hermano se encontraba su madre y un médico que le explicó lo que realmente había ocurrido.
“Se llama una hemorragia cerebral intracraneal subaracnoide”, explicó el doctor Brown. “Después de realizar un escáner de tomografía computerizada, hemos podido descubrir la causa”, que pasó a mostrar en una imagen de rayos X. Y no, no se trataba de un castigo divino por onanista: un punto negro en el cráneo mostraba lo que el médico llamo una “malformación arteriovenosa”. Fue en ese momento en el que su hermano le reprendió al preguntarle “¿ves lo que consigues por meneártela?”, ante el disgusto de la madre.
Sin embargo, como rápidamente replicó el doctor Brown, esta idea era errónea desde el punto de vista médico. “Una AVM (siglas de arteriovenous malformation) no es causada por nada en concreto. Es un defecto de nacimiento congénito, que se desarrolla en el feto a partir del tercer mes de embarazo”, explicó. “Ashok nació con ello”.
Aprendiendo a vivir de nuevo
Tarde o temprano, desveló el facultativo, esta malformación iba a haber producido un infarto, seguramente, antes de que hubiese cumplido los 40 años. El orgasmo tan sólo anticipó el mismo, ya que en ese momento, “la sangre irrumpió en el cerebro creando una alta presión. A causa de ello, la malformación se rompió, causando que el cerebro sangrase, inundando la cabeza con fluido séptico”.
El paso de Rajamani por el hospital fue tan solo el comienzo de lo que él mismo considera una larga pesadilla, y durante los siguientes días cayó presa del delirio originado por la infección que en su organismo generó la invasión de fluido cerebroespinal. A día de hoy, las secuelas del infarto aún se dejan notar en su cuerpo (está medio ciego y sufre epilepsia) pero, como diríaMichael Ende, “esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión”.
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