AUGE Y CAÍDA DE BELLE KNOX
“Mi vida ha sido arruinada por el sexo”: la última reina del porno se sincera
La joven Belle Knox ha protagonizado uno de los ascensos más fulgurantes dentro de la industria pornográfica estadounidense. Con apenas 18 años, se ha convertido en apenas unos meses –comenzó a actuar en noviembre del pasado año– en una de las grandes estrellas del cine X, sobre todo, después de que su historia llamase la atención de medios generalistas como Rolling Stone.Miriam Weeks era una estudiante de sociología de primer año en la Universidad de Duke cuando decidió rodar, con el nombre de Belle Knox, unas cuantas películas para pagar el dinero de su matrícula. Ahora, gana cientos de dólares al día y se ha convertido en la gran promesa de la pornografía, que compagina con los estudios de sociología que terminará en el año 2016.
No todo es lujo, risas y sexo sin parar. Una reveladora serie de documentales que acaban de ser publicados en The Scene resume las luces y sombras de su trabajo, al mismo tiempo que pone de manifiesto las contradicciones inherentes a su labor. En los primeros vídeos deConvirtiéndome en Belle Knox se puede ver a la segura y lasciva Belle Knox, que afirma que dedicarse a la pornografía le ha permitido empoderarse de su cuerpo. Al final, el documental comienza a oscurecerse hasta que es la joven adolescente Miriam quien lo protagoniza y reconoce, entre lágrimas, que el sexo ha arruinado su vida, especialmente en lo que se refiere a la relación con su familia y sus amigos. ¿Sincera confesión o hábil gesto promocional?
Un cuento de hadas capitalista
Weeks no proviene de un entorno particularmente desfavorecido. Sus padres la matricularon en un instituto de 11.000 dólares al año (“nunca encajé, era unanerd”) antes de entrar en la Universidad donde, explica, los ingresos paternos se cortaron de golpe después de que su progenitor fuese enviado a Afganistán para trabajar de médico. Fue entonces cuando descubrió que la vida no era de color de rosa, y que de algún lugar tenía que sacar los 4.000 dólares que gastaba al mes en sus estudios. La ecuación de “me gustaba el sexo, era joven, tenía buen cuerpo…” fue resuelta de manera que la X se convirtió en triple XXX. Buscó en Google cómo entrar en la industria y pronto obtuvo su primer trabajo, que define como “bastante guarro”, a cambio de 12.000 dólares. La experiencia resultó tan dura en el momento como satisfactoria a largo plazo, ya que se dio cuenta de que era una forma fácil y rápida de hacer dinero. Pronto firmó con una agencia mayor, Matrix Models, y explicó a su madre que todo el dinero lo obtenía de la venta de marihuana, legal en el estado de Washington.
“Mírame, tengo 18 años, y viajo por todo el país haciendo el amor delante de las cámaras para pagar mi matrícula”, presume en el primer vídeo de la serie. No sólo eso, sino que entre sus proyectos se encuentra una línea de juguetes eróticos con su firma o ser la presentadora de The Sex Factor, unreality show con estrellas porno. Todo parece perfecto. “En el porno todo se realiza según mis términos, puedo hacer lo que quiera y lo que no”, explica en los primeros minutos. “Hay un contraste entre ser la chica que no tiene control sobre su vida a ser Belle, la estrella porno empoderada y sexualmente incontrolable”.
La adolescencia de Knox/Weeks tuvo que ser peculiar. En el documental, reconoce haber escrito con una cuchilla en su piel la palabra “vat” (“tanque”) para recordar siempre su (presunto) sobrepeso. La pornografía ha permitido desarrollarse a sí misma, ser otra vez dueña de su voluntad: “Belle es la parte más sexual de mi persona, pero somos la misma”. El primer sinsabor de su nueva carrera se produjo después de que confesase a uno de sus compañeros de universidad cuál era ese trabajo con el que se estaba forrando. A los pocos días de rechazar sus proposiciones sexuales, y a pesar de que le había prometido guardar el secreto, se dio cuenta de que todo el campus lo sabía. “Mi corazón se rompió y pensé que mi vida se había acabado”. Se plantó dejarlo, pero finalmente, se echó atrás.
El nuevo Sueño Americano
La historia familiar de Knox da una buena lección sobre el moderno Sueño Americano: gana tanto dinero como puedas cuando seas joven y corre. Knox explica que su madre, hija de inmigrantes, siempre creyó en el mito del Sueño Americano, por lo que decidió seguirlo y labrarse su propia fortuna por sí misma. En una de las escenas del documental, la joven aparece en una cama deshecha contando billetes. Una burda metáfora que desvela que gana cada día cientos de dólares: un día 900, otro 1.500... En otro momento, aparece en un salón erótico, recibiendo dinero por fotografiarse con chicos, o besándose con el veterano Ron Jeremy (que le escribió un curioso poema).
Poco a poco, la joven empieza a lamentarse de que la industria no es como pensaba. Ser actriz porno no es un trabajo parcial, recuerda, y cuando lo haces, “tienes que hacerlo hasta el final”. Debido a la exposición pública, es imposible separar al personaje de la persona, puesto que ambas portan los mismos rasgos. En el último y revelador capítulo, llamado “Saber cuándo hay que dejar el porno”, una Miriam con la guardia baja, sin maquillaje y visiblemente cansada, se abre al espectador. Sincera, reconoce que ha perdido a su familia y a sus amigos después de unirse a la industria del sexo, que la ha convertido en una persona “amargada y cínica”, puesto que te enseña a “no confiar en la gente”.
No son las únicas contras. Reconoce que el dolor vaginal es en ocasiones inaguantable debido a pasar horas cada día haciendo el amor hombres muy dotados, y que ha recibido críticas de otras actrices cuando se ha quejado. “Es tu trabajo, deberías hacerlo”, le han dicho sus compañeros, y admite haber pasado escenas enteras al borde de las lágrimas. “Mis experiencias me han envejecido,mi vida no es la de una joven de 18 años”. El momento más dramático es cuando piensa en su madre entre lágrimas, y admite vivir añorando su hogar constantemente.
En los minutos finales, Weeks cuenta la historia de una compañera que decidió dejar el trabajo como actriz porque se estaba convirtiendo en su alter ego. “Probablemente, lo que quería decir es que no hay que perderse a sí misma”, explica la joven, que se queja de que “la gente ve a Belle, y no a Miriam”. Y, mientras lo dice, se da cuenta de que no sabe muy bien si sigue siendo la exuberante Belle Knox o la recatada e insegura Miriam Weeks. “Creo que ahora soy Miriam”, concluye con la tímida sonrisa propia de una adolescente.
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