Comer chocolate es bueno para el corazón y no engorda, siempre que tenga un alto porcentaje de cacao, igual que una copa de vino tinto (que además, tampoco engorda). Eso sí, cuidado con el chocolate, que crea adicción, lo mismo que el café. Asimismo, algunos edulcorantes artificiales tienen un efecto cancerígeno, y la carne roja puede producir diabetes. Y hablando de diabetes, ojo con el azúcar blanco pues está llena de químicos que producen todo tipo de males en nuestra salud.
Todas esas afirmaciones, que pululan por internet en forma de rotundos titulares, tienen algo en común: afectan directamente a nuestra alimentación y a nuestra salud. Y algo más: no siempre es fácil encontrar la fuente en la que se sostienen y, por tanto, saber si debemos hacerles caso. ¿Quién lo ha dicho? ¿Y con qué pruebas? ¿Son fiables? ¿Debemos modificar nuestros hábitos por ello?
Preguntas que en muchas ocasiones son imposibles de responder, ya que la red multiplica los mensajes y remontar la corriente hasta la fuente original puede ser un trabajo hercúleo. A veces, por una ocultación deliberada del eslabón anterior. Además, no toda la información alimenticia que puebla internet tiene el mismo origen y sigue la misma cadena.
Mitos, bulos e información poco rigurosa
Carmen Peláez es investigadora del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación, perteneciente al CSIC. Como científica, está acostumbrada a leer artículos científicos llenos de citas que identifican inequívocamente sus fuentes. “Nosotros muchas veces remontamos hasta los artículos originales, no por contrastar, sino para ampliar la información”. Algo que resulta mucho más difícil en la información para el público en general que se encuentra en la red.
Explica que en muchas ocasiones, estos artículos en internet no citan la fuente, o es difícil de localizar y de seguir. Algo que gracias a los enlaces sería más fácil que nunca parece convertirse en un juego del gato y el ratón al esconder todo lo posible las fuentes originales.Peláez distingue entre tres tipos de información sobre la alimentación en internet: mitos, bulos e información propiamente dicha. Los mitos, explica, son información tradicional, algo que se ha sabidotoda la vida y que a veces es cierto y otras veces no, pero que se repite continuamente (también por parte de los periodistas) y cuya fuente es imposible encontrar. Un ejemplo: las vitaminas del zumo de naranja se evaporan en pocos minutos.
Los bulos son informaciones falsas que alguien ha lanzado sabiendo que lo son, con algún motivo “o simplemente para ver hasta dónde llega”, y que en ocasiones alcanzan dimensiones preocupantes gracias a que alguien las recoge y les da empuje y a la replicación en la red. Las supuestas propiedades del limón para eliminar células cancerosas sirven como ejemplo.
Por último, está la información periodística. Peláez aclara que “ni mucho menos toda la información periodística sobre alimentación y salud es mala”. Reconoce que hay informaciones muy sólidas, “pero otras veces es inevitable preguntarse: ‘¿de dónde se han sacado esto?’”.
“Es importante dedicar tiempo a contrastar la información, hacer un mínimo análisis, ver si tiene rigor”. Explica que en muchas ocasiones, estos artículos en internet no citan la fuente, o es difícil de localizar y de seguir. Algo que gracias a los enlaces sería más fácil que nunca parece convertirse en un juego del gato y el ratón al esconder todo lo posible las fuentes originales.
El problema es que un artículo con una información dudosa o incompleta (por no decir directamente falsa) adquiere gracias a internet una repercusión importante. Más aún si cobra un toque sensacionalista y afecta directamente a la salud. “Internet lo hace todo enorme”, explica Peláez.
"La gente asume la información que le gusta"
“El impacto es nefasto”. Así de rotundo es Juan Revenga, dietista-nutricionista y autor del blog El nutricionista de la general, y por tanto versado en el mundo de la información alimenticia. “La gente toma como suya la información que le gusta, lo que quiere oír: el buenrrollismo, la información más sensacionalista y afectiva, sin pararse a comprobar cuestiones importantes”.
“Oyes que algo es perjudicial para tu salud, y que si dejas de consumirlo eliminas el riesgo, y eso te hace sentirte más seguro. Igual que ocurre con las dietas: si algo adelgaza, te hace sentirte bien. Es información que mola”.
Oyes que algo es perjudicial para tu salud, y que si dejas de consumirlo eliminas el riesgo, y eso te hace sentirte más seguro. Igual que ocurre con las dietas: si algo adelgaza, te hace sentirte bien. Es información que 'mola'Esto, explica Revenga, que es algo general, se aplica especialmente al caso de la alimentación porque “es algo que tenemos que hacer todos los días de nuestra vida”. Por eso interesa, y por eso estas informaciones son tan habituales, “porque venden”. Desde luego, venden mucho más que las informaciones reales.
“El mensaje real también está en la red. Como todo, internet tiene el lado malo pero también el bueno. El problema es que esas voces son más discretas, menos espectaculares, y se oyen menos”, se lamenta Revenga. Pero en el fondo, dice, esto no es nada nuevo. Son los mismos charlatanes del siglo XVII, solo que con acceso a internet. “Parece que la gente quiere ser engañada”.
Claves para distinguir la información "chapucera"
Aitor Sánchez también es dietista-nutricionista. En su blog Mi dieta cojea lleva dos años publicando claves sobre información nutricional “con el fin de capacitar a la gente para que sea independiente y sepa identificar timos, tenga espíritu crítico y no se deje engañar”. Sánchez nos ha dado una serie de claves para identificar en internet los mitos y la información “chapucera o poco rigurosa”:
1. Estas piezas suelen tener palabrería pseudocientífica, que no se corresponde a términos reales de salud: purificar, desintoxicar, armonizar... son palabras muy comunes. En general todas aquellas referencias que nos indiquen que nuestro cuerpo tiene "algo que funciona mal" y que de una manera espectacular podremos arreglarlo.
2. Suele incluir promesas de grandes resultados, la utilización de productos/complementos diferentes a los alimentos. Sánchez recuerda que “para seguir una alimentación equilibrada no es necesario recurrir a nada más que a los alimentos”.
3. Se suelen centrar en resultados individuales y testimonios más que en estudios científicos. Atribuyen a algún método o producto propiedades "adelgazantes", "curativas" o "preventivas".
4. Es común también que inviten a hacer una rutina poco adaptada a la persona, es decir, cambios drásticos que no se corresponden con la realidad y que por tanto no están centrados en ti, sino que eres tú quien tiene que modificar sus hábitos para adaptarse. 
El espíritu crítico del internauta es clave
Sobre la necesidad de ser receptores críticos de la información insiste también José Manuel López, profesor de Bioquímica de la Universidad de Murcia y autor de Scientia, blog en el que analiza la química en alimentos y suplementos alimenticios. Se ha especializado en desmontar los supuestos efectos beneficiosos que muchos anunciantes otorgan a sus productos, y considera que la crítica y el sano escepticismo son la mejor defensa: “La única forma de distinguir información poco rigurosa es la propia experiencia, que los internautas aprendan a leer con espíritu crítico”.
La única forma de distinguir información poco rigurosa es la propia experiencia, que los internautas aprendan a leer con espíritu críticoÉl mismo ha notado que la información interesa más cuando tiene un punto controvertido. “Cuando publico que un producto cumple efectivamente con lo que anuncia en su publicidad, se comparte mucho menos en internet que si denuncio que no lo hace. La polémica es más interesante”, explica. Además, señala que las trampas y argumentos engañosos siempre van por delante: "Luego llegas tú e intentas aclarar o desmentir lo publicado, y tu voz se oye mucho menos". Pero eso no es excusa para saltarse el rigor a la torera. 
En el caso de este tipo de informaciones, eso supone ser conscientes de que las dietas y los productos milagro no existen, y que detrás de ellos hay, en muchos casos, una de estas dos cosas: una costosa inversión publicitaria o un afán de notoriedad. Algo ante lo que no hay que dejarse deslumbrar, ya que, como señala Juan Revenga, "lo que lleva décadas funcionando no necesita publicidad".