domingo, 7 de abril de 2013

La secreta (y ajetreada) vida amorosa de Winston Churchill


Celia maza

La secreta (y ajetreada) vida amorosa de Winston Churchill 


















Con las bibliotecas repletas de biografías de Winston Churchill, es difícil justificar la publicación de un título más dedicado al emblemático político británico. Sin embargo, el autor Michael Suelden ha conseguido estos días que toda la  prensa británica se vuelque con su nuevo libro sobre él. ¿El éxito? Presentar al primer ministro como nunca antes se había hecho: como un auténtico latin lover cargado de conquistas, que estuvo a punto de ver cancelada su boda cuando su prometida descubrió que, tan sólo tres semanas antes de darse el sí quiero, se había ido a Escocia a visitar a su amante.
La imagen que tenemos de él es de un hombre viejo, orondo y mofletudo. Un bulldog británico inseparable de sus puros cuya voz de barítono durante la II Guerra Mundial consiguió derrotar a Hitler con el lema de "Nunca nos rendiremos". En definitiva, uno de los héroes del siglo XX que, más que un emblema del pasado imperial de Inglaterra, se ha convertido en un icono mundial.
Pero antes de esta foto –inmortalizada en la estatua ante el Parlamento- Churchill fue un joven elegante, un aristócrata impetuoso, un aventurero con estilo propio que sacó el máximo jugo a su fama como novelista. No en vano fue Premio Nobel de literatura en 1953. Con un don de gentes irresistible, en su amplio currículo amoroso destacan, entre otras, la actriz Ethel Barrymore, que ansiaba la búsqueda de fortuna y fama en el gobierno británico.
Trepidante vida amorosa
Sheldon, autor cuya obra dedicada a George Orwell fue finalista del Premio Pulitzer, explora la trepidante vida amorosa de esta figura fascinante y compleja en Young Titan: The Making of Winston Churchill (El joven Titan: la creación de Winston Churchill), un título que por fin aclara por qué uno de los inquilinos más emblemáticos de Downing Street siempre dijo que su “logro más brillante” había sido el de convencer a su esposa para que se casara con él.
El matrimonio con su amada Clemmie duró 56 años, pero a punto estuvo de no celebrarse debido al ataque de celos que ella sufrió al enterarse de que su prometido había estado de vacaciones con otra mujer.  



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A los 33 años, Churchill ya era presidente de la Cámara de Comercio y todo el mundo intuía que tenía una prometedora carrera política por delante. Después de un intenso romance con Clementine Hozier, la hija hermosa y sin dinero de Lady Blanche Hozier, le pidió que fuera su esposa. Él era diez años mayor. El 11 de agosto de 1908 se celebró la pedida de mano. La boda estaba prevista para un mes más tarde, pero el político se despreocupó por completo de los preparativos y viajó hasta el castillo de Slains, en Aberdeenshire, para pasar las últimas vacaciones con Violet Asquith

La tercera propuesta

La joven de 21 años, hija de Herbert Asquith, el Primer Ministro Liberal –bisabuelo a su vez de la famosa actriz británica Helena Bonham Carter- no pudo evitar hundirse cuando su novio le contó sus planes de futuro. Churchill había pedido matrimonio anteriormente a otras tres mujeres. Todas le habían dicho que no, así que se acostumbró a tener siempre a  “alguien en la recámara”. Cuando Clemmie aceptó fue algo nuevo para él y no le quedó más remedio que sincerarse con su otra amiga.


La biografías anteriores siempre habían explicado que Clementine estuvo a punto de cancelar la celebración “por la carga que se le venía encima al casarse con un hombre de tal peso político”, pero nada más lejos de la realidad. Lo que pasó es que se enteró del viaje de su prometido y entró en cólera. Fue su hermano Bill quien le convenció para seguir adelante diciéndole que sería “desastroso para todos humillar a una figura pública de la talla de Winston".
A pesar de que el primer ministro siempre intentó conservar su amistad con Violet e incluso puso todo de su parte para que las dos mujeres llegaran a tener una relación “cordial”, éstas jamás llegaron a entenderse. Durante un almuerzo dos meses después de la boda, el político le dijo a su “amiga” que su mujer “ofrecía más de lo que aparentaba a simple vista. Ella le contestó “pues déjame quedarme con lo que veo a simple vista”. 

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