CASO ABIERTO | CASO CERRADO | En Colmenar Viejo (Madrid)
Sí, nos suicidamos juntos... Pero yo te mato y me largo
Vídeo de cómo lucharon los bomberos contra el incendio, el 12 de septiembre de 2011. (Comunidad de Madrid)
Colmenar Viejo, 2011. Una casa ardiendo. Una pareja que se promete una muerte en común. Varios bidones de gasolina a punto de estallar. Una mujer que huye... hasta que su coche choca, y aparece la Guardia Civil. Sí, nos suicidamos juntos, pero yo me lo pienso mejor: te mato y huyo. Y sin embargo, no todas las piezas de este extraño puzzle encajan.
El tiempo está detenido entre las paredes negras. Donde Francisca decidió acabar con el que podría haber sido el amor de su vida. O con el hombre al que más odiaba en el mundo. O con el hombre que se la jugó. O con el que le arruinó un suculento negocio. Sólo ella lo sabe.
Francisca espera ahora entre otras paredes negras: las de la cárcel. Donde cada día quizá recuerde esamadrugada del 12 de septiembre de 2011, en la casita de la esquina, en la urbanización Punta Galea, un pequeño pueblo encerrado entre vallas metálicas al pie de la sierra. Un lugar idílico, por cuyas calles corretean libres los niños y donde todos los vecinos se conocen y se llaman por su nombre. Aquella noche, este pequeño rincón junto a la A-1 se convirtió en un inesperado infierno.
El incendio se declaró de golpe. La casa estaba plagada de bidones de gasolina. Los bomberos no lo sabían, pero se dieron cuenta enseguida de que no era un fuego normal. Unas llamas tales que la mujer de la casa de al lado, con un niño pequeño en la cama, tuvo que echar cubos de agua a la pared.
En el chalet, Francisca y Humberto, de 45 años. Ambos se habían conocido en una urbanización cercana, la de Santo Domingo, donde trabajaban como vigilantes. La relación, igual que sus idas y venidas, había sido tan silenciosa que casi nadie entre los vecinos de Punta Galea les recuerda por nada particular.
Aquella noche, algunos vieron llegar el coche de ella hacia las dos de la madrugada, y poco después empezó el fuego. «Si llegan a quemar todo el arsenal que tenían ahí dentro, vuelan la urbanización entera», cuentan todavía por aquí.
En apariencia, el móvil fue pasional: los clásicos celos, pero en una variedad algo más que rocambolesca. Según la mujer, los dos pactaron irse al otro barrio juntos. Una buena borrachera, una llama para quemar la casa y un final de novela romántica: morir abrasados.
Sin embargo, siempre según esta versión, un detalle vino a torcer el plan: algo que salió de la boca de Humberto en el momento crucial. En concreto, un nombre. El hombre, sostiene ella, se equivocó de nombre en la despedida final: en vez de Francisca, pronunció el de otra mujer.
Así que ella, ni corta ni perezosa, prendió fuego a la casa y tomó las Villadiego... dejando en la casa una bolsa con bastante dinero: según algunas fuentes, 25.000 euros.
Francisca huyó por la carretera de Burgos, pero en apenas unos minutos los dos, a varios kilómetros de distancia, eran atendidos por los bomberos. Ella, tras chocar con su coche cerca de Buitrago de Lozoya, fue salvada de entre los hierros. Él, casi arrancado de las llamas: su cuerpo apareció debajo de una cama, y un médico vecino intentó reanimarle en la misma acera, antes de que las asistencias llegaran. Un vecino lo fotografió todo.
Al día siguiente, Francisca, convaleciente, era detenida por la Guardia Civil, acusada del asesinato de Humberto. Parece ser que no murió asfixiado por el humo, sino de un fuerte golpe en la cabeza.
La casa, ahora, sigue tal cual: renegrida y envuelta en olor a chamusquina. Repleta de muebles derretidos, con un precinto de la Guardia Civil ya descolorido. Y maldito. «A ver quien compra eso ahora», bromean los vecinos.
En la puerta metálica de la casa, también manchada por el humo, hay unos bidones atados, como los que tienen productos químicos en los laboratorios de drogas, pero son los productos que esa noche usaron los bomberos para combatir las llamas. Y por alguna razón la Guardia Civil ya se olía que algo pasaba en esa casa, y en esa pareja, incluso antes del incendio.
El caso, por una parte, está cerrado, con Humberto bajo tierra y Francisca entre rejas, pero sigue bajo secreto de sumario, porque quedan muchos, muchos flecos.
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