“El 10 de diciembre de 2009 me ingresaron en el hospital por un dolor abdominal y me diagnosticaron pancreatitis. Sin embargo, estando aún en urgencias, un dolor terrible se apoderó de mí del tal modo que perdí la conciencia. Una de las enfermeras intentó reanimarme sin éxito, por lo que se vio obligada a declarar el código azul, el máximo nivel de emergencia hospitalaria. Yo sólo recuerdo que me fui quedando dormida, que luego me desperté en el cielo y que estuve con Dios”, relata Crystal McVea, protagonista de una de las Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM) que más ruido han generado entre la opinión pública norteamericana. Con su autobiografía Despertar en el cielo (Planeta) ha vendido más de 300.000 ejemplares en EEUU.
Su perturbadora experiencia ha sido tildada en más de una ocasión de falsa, así como propia del fanatismo religioso, pues ella insiste en que el mensaje que Dios le trasmitió fue, según asegura McVea, “que contase toda mi historia, por mucho que una parte importante de ella resulte dolorosa y no siempre aleccionadora”. Unas críticas que, como explica a El Confidencial, respeta porque “es normal que les cueste creerse mi historia. Lo que experimenté va más allá de lo que podemos vivir en la Tierra y siempre habrá gente que no se lo crea. Aún así, también rezo por ellos. Además, Dios sólo me dijo que trasmitiese su mensaje, no que intensase hacer creer a aquellos que no tienen fe”, matiza.
Lo que experimenté va más allá de lo que podemos vivir en la Tierra y siempre habrá gente que no se lo creaHasta que McVea tuvo esta experiencia, de apenas unos nueve minutos, era agnóstica o, como ella lo denomina escéptica: “En el fondo de mi corazón no estaba convencida de la existencia de Dios. He sido pecadora desde el principio de mi vida y estoy segura de haber quebrantado cada uno de los Diez Mandamientos. Hasta el más serio de ellos: no matarás. Cuando era más joven cometí un pecado tan grave y tan imperdonable que estaba convencida de que Dios, si es que existía, jamás podría perdonarme”, apunta. Sin embargo, el perdón llegó, reconoce, y ahora se dedica a demostrar que “es capaz de perdonar a cualquiera, por muchos pecados que haya cometido, siempre y cuando estemos dispuestos a cambiar nuestra vida”.
La ciencia, incapaz de encontrar respuestas
¿Y por qué cree que ella ha sido la elegida para trasmitir su palabra? “Supongo que Dios quería que la gente supiese que nos ama a todos sin importar lo que hayamos hecho”. Un testimonio revestido de un fervor religioso que ahuyenta cualquier explicación científica de su ECM. Aún así, su descripción ha sorprendido a psicólogos y neurocientíficos por su alto grado de precisión y el total convencimiento que demuestra al ser entrevistada, diciendo haber visto esa metafísica luz al final del túnel y a Dios.
Ahora aprecio mucho más las cosas. Creo en Dios y amo mucho más al prójimo y a la vida en generalLos hechos, tal y como los recuerda en la autobiografía y repite constantemente en las numerosas entrevistas que ha realizado, ocurrieron así: “La luz vino a buscarme y sentí que estaba dentro de un túnel caminando hacia la eternidad. Allí vi a una niña pequeña que sonreía. Esa niña era yo antes de que mi vida comenzara a torcerse. Entonces, Dios me permitió ver a través de sus ojos y poder conocer la verdad”.
La explicación científica más común a las ECM es que se trata de meras alucinaciones causadas por la anoxia (carencia de oxígeno). Preguntada si valora esta explicación, McVea nos remite al ensayo del neurólogo Eben Alexander La prueba del Cielo. “Fue escrito por un prestigioso catedrático de Harvard que también tuvo una experiencia cercana a la muerte, y él aporta numerosas claves científicas que demuestran que las ECM no son meras alucinaciones”, zanja la autora. En el libro al que se refiere, su autor apunta que “si la causa fuera la anoxia, todos los que vuelven a la vida tras estar cerca de la muerte tendrían ECM porque todos la sufren, pero en cambio, sólo el 18% tiene esas experiencias”.
El patrón de las ECM
Uno de los elementos comunes a todas las personas que han vivido una ECM es que todas ellas suelen cambiar por completo su filosofía de vida, incluidas sus creencias religiosas. En el caso de McVea esta indica que su vida ha cambiado en todos los sentidos. “Ahora aprecio mucho más las cosas. Veo a Dios en todas partes y amo mucho más la vida y al prójimo”.
Una de cada cinco personas que sobrevive a una parada cardíaca ha tenido una ECMSe calcula que una de cada cinco personas que sobrevive a una parada cardíaca ha tenido una ECM. Una cifra nada desdeñable de pacientes que, durante el tiempo de duración de un coma o de muerte clínica, en el que supuestamente desaparecen todas las señales externas de vida, incluida la conciencia, son capaces de narrar luego sus sensaciones y percepciones, aunque no se registre actividad cerebral alguna. Sin embargo, no todo el mundo se atreve a dar el paso por el miedo a ser tachados de lunáticos o porque creen que puede deberse a un efecto secundario de la medicación. “Yo misma me resistí a contar mi historia durante mucho tiempo”, reconoce.
La discusión sobre este tema está adquiriendo un creciente auge en el país norteamericano, sobre todo, después de que la prestigiosa fundación John Templeton donase cinco millones de dólares al profesor de filosofía de la Universidad de Riverside John Martin Fischer para que estudiase en profundidad las experiencias al borde de la muerte. Es lo que se ha dado en llamar el Proyecto Inmortalidad.
Muchas investigaciones de diferentes ámbitos han intentando con anterioridad abordar este tema. Uno de los estudios previos más importantes se recoge en el ensayo Experiencias cercanas a la muerte entre la ciencia y prejuicio, en el que sus autores, dos profesores italianos de la Universidad de Padua, señalan que cualquier interpretación reduccionista de este tipo de fenómenos suele encontrarse equivocada, ya que las sucesivas investigaciones han demostrado hechos muy diferentes entre sí.