EL ‘DRUNK TEXTING’ PASA FACTURA
“T cho d nemos” o por qué nos empeñamos en mandar mensajes cuando bebemos
Una de la madrugada de un jueves cualquiera en el que se te fue la mano con las cañas. Vuelves a casa en el metro, borracho como una cuba y no tienes nada mejor que hacer que trastear con el móvil. Entonces se te ocurre que hace mucho que no escribes a tu ex. ¡Qué barbaridad! Tanto tiempo sin hablar, con lo que os queríais. Ni corto ni perezoso tecleas como buenamente puedes: “Te echo de menos”.
Ella, que lleva unos minutos acostada, recibe en su móvil algo así como “T cho d nemos”, seguido de una caquita sonriente (el alfa y omega del Whats App). Y claro, flipa. “¿Dos meses sin hablar conmigo y el subnormal me escribe cuando no sabe ni como se llama?”. Entonces, sin pensárselo dos veces, te contesta: “vete a la mierda”. Te vuelves llorando a casa. Es tu culpa. ¿En qué estabas pensando?
Como es bien sabido, el alcohol merma nuestra capacidad de sentir vergüenza, nos desinhibe y nos empuja a hacer cosas que de ninguna manera haríamos sobrios. Pero, además, nos hace actuar de forma más torpe: nuestros mensajes de texto suelen ser ilegibles y es más sencillo que nos equivoquemos de destinatario.
Las mayores metidas de pata combinan ambos errores (y suman cualquier otra posibilidad por difícil que parezca). Entre las clásicas: escribir a tu madre pensando que escribías a tu novia (con algún comentario picante, claro está), escribir a tu jefe pensando que enviabas el mensaje a tu último ligue (comentándole lo imbécil que es) y, el golpe maestro, escribir a tu novia pensando que escribías a tu amante (sin comentarios).
Aunque el drunk texting, tal como los sociólogos han bautizado al acto de escribir mensajes incitados por el alcohol, es un fenómeno relativamente novedoso, el drunk dialing, llamar borracho, es un acto similar que ha sido bien estudiado.
En una investigación de 2011, las profesoras de comunicación estadounidenses Amber Ferris y Erin Hollenbaugh, trataron de definir los motivos por los que nos empeñamos en llamar a parejas y amigos justo cuando no deberíamos, pues el alcohol ha mermado nuestra capacidad de raciocinio.
Ferris y Hollenbaugh estudiaron el comportamiento de 433 individuos, de en torno a los 20 años de edad, tras un atracón de alcohol (las mujeres habían bebido más de cuatro copas en dos horas y los hombres cinco). Identificaron cinco motivos por los que llamaban borrachos a otras personas, muy similares a los que nos empujan a mandar un mensaje, y fácilmente compaginables:
1. Lubricante social
Esencialmente, explican las autoras del estudio, las personas llaman borrachas porque se sienten más confiadas, tienen más coraje, creen que se pueden expresar mejor y se sienten menos responsables de sus actos.
2. Entretenimiento
Algunos borrachos llaman a sus amigos o sus novias sencillamente porquepiensan que es divertido, que la persona a la que llaman le va a parecer divertido, y van a tener una buena historia de la que hablar más tarde.
3. Coordinación
No todos los mensajes y llamadas que hacemos cuando estamos borrachos tienen que ver con el amor o la amistad (o no directamente), a veces nos queremos comunicar con otras personas para saber qué están haciendo o cuáles van a ser sus planes.
4. Confesiones emocionales
Nos acercamos al terreno delicado. Las investigadoras identificaron que muchas llamadas se hacían para “decirle a un amigo o un ligue que le queremos o le echamos de menos”.
5. Sexo
Hay personas que, directamente, llaman a alguien exclusivamente para acosarla sexualmente: quieren acabar en la cama con él esa noche. Son, claro está, las llamadas y mensajes más peligrosos, sobre todo cuando no van dirigidos a nuestra pareja.
'Estás altamente intoxicado. ¿Estás seguro de que quieres mandar esto?'
Cuando son tus amigos los que meten la pata
Aunque los motivos que nos empujan a llamar a alguien borracho son los mismos que nos incitan a mandar un mensaje, los smarthpones han abierto todo un mundo de nuevas y épicas metidas de pata. Ya no sólo podemos llamar, podemos mandar fotos o vídeos y, lo que es mucho peor, podemos compartirlos con la humanidad al completo en las redes sociales.
En un estudio de la Universidad de Washington, tres jóvenes investigadores relatan cómo se infiltraron en varias fiestas universitarias para observar qué hacían los borrachos con sus móviles. Definieron tres comportamientos principales:
- Participativo: una persona enseñaba contenido de su móvil a un grupo de personas.
- Personal: la persona sacaba su móvil para escribir o mandar fotos a alguien.
- Abierto: la persona colgaba material capturado en la fiesta en las redes sociales.
Si bien el comportamiento participativo no entraña peligros –más allá de que la fiesta gire en torno a una pantalla de móvil, cosa que quizás debería preocuparnos–, y el personal es responsabilidad de cada cual, el abierto puede afectar a todos y cada uno de los participantes en una fiesta, que desde ese momento están perdiendo el control de su privacidad.
Uno de los jóvenes borrachos confesó a los autores del estudio que compartía las fotos de la fiesta en Facebook “para que todo el mundo pudiera verlas”. El drunk texting pasa entonces a una nueva dimensión.
Cómo evitar el bochorno
Si no queremos incurrir en el drunk texting tenemos dos (obvias) opciones: no beber o no usar el móvil. Parece fácil, pero cuando bebemos se nos olvida que habíamos leído un artículo como éste (o que la última vez que salimos acabamos diciéndole a nuestra novia que su mejor amiga estaba buenísima pensado que mandábamos el mensaje a un amigo).
Por suerte, hay programadores bondadosos, que piensan en todos los jóvenes, y no tan jóvenes, que pierden el control los fines de semana. Existen diversas aplicaciones para móviles, como Drunk Lock, Drunk Mode o Blunder Stop, que, al ser activadas cuando planeamos bebernos el Nilo, bloquean el móvil a no ser que respondas a una serie de preguntas y problemas matemáticos. ¿Estupidez posmoderna o tecnología útil?
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