Valencia | 5 | 0 | Basilea |
Alcácer entra en el olímpo de Mestalla
El ariete hace un partido más propio de dibujos animados para firmar una goleada histórica que les lleva a semifinales
Retumban con fuerza los cimientos del viejo Mestalla, el corazón de los valencianistas, los pelos se pusieron a todos de punta cuando Paco Alcácer, en el minuto 113, aparecía por el primer palo para tocar lo justo el centro de Piatti. Estaba cojo, pero a él le dieron fuerzas desde el cielo para darle la mayor alegría al valencianismo desde hace años. Era el 4-0, el gol que mete al Valencia en semifinales. Hacía falta una noche mágica, con el corazón en un puño. Este Valencia está muy vivo y aún tiene mucho que decir.
«Vamos a pasar, vamos a pasar, vamos a pasar», gritaba Mestalla mientras se ponía en el marcador el vídeo de la reAMUNTada. Había que creer, pero de verdad. Cuando la afición se ponía en pie para despedir a grito pelado y dejándose la garganta, con 2-0 y coreando el «Sí se puede, sí se puede» se había dado el primer paso. Estaban a tiro de piedra de igualar la eliminatoria. Rugía la grada. Era imposible aguantar sentado. Desde el primer minuto se pusieron a cien. Con una fuerte presión, adelantando unos metros la línea defensiva, dándole libertad a Mathieu para dejar su zona si lo creía oportuno. Para remontar debían asumir riesgos, siempre con cabeza porque un gol les obligaba a marcar cinco. No le dejaban tener el balón a los suizos. Todo iba a pedir de boca, pero cuando llegaban al área fallaba el último pase o el remate no iban bien dirigido. No era el día para combinar ni jugar con un estilo preciosista, hacían falta goles. Y no llegaban.
Desde la grada se cantaba el clásico «Sí se puede», Keita inconmensurable no paró de dar órdenes a sus compañeros y llegaba a todas. Pero faltaba lo básico: el gol. Y a pesar de la voluntad y actitud excelente no se ponía en aprietos al meta Sommer, con el paso de los minutos la ilusión iba decreciendo, pero el fútbol tiene esas cosas, que le convierten en algo impredecible. Justo cuando se cambió de partitura, dejando el «sí se puede» por el «échale huevos»? apareció Joâo para centrar al segundo palo donde apareció, subiéndose al cielo para bajar el balón y rematar al fondo de la red Paco Alcácer. Infalible. Mestalla volvió a creer. El equipo daba motivos para contagiarles. En el peor momento? subidón de adrenalina, pero no contentos con eso, Vargas, que perdonó con un remate de cabeza un mágico pase de Alcácer, sí acertó en el remate de ese córner. El Basilea seguía anclado en el primer tiempo de la ida, no daba señales de vida.
Se había dado un paso de gigante, pero aún faltaba para cruzar la meta con la que tanto se anhelaba. Vargas envió un balón al palo, a más de uno le dio una taquicardia. Luego Alcácer, después de quitarse a todos los rivales que se cruzaban por su camino, se inventó un potente disparo teledirigido que lamió lo justo el meta para desviar el balón al larguero. No había dicho su última palabra, cuatro minutos después le sacó brillo a su zurda para firmar un golazo que dará la vuelta al mundo. La eliminatoria estaba igualada y hubo que llegar a la prórroga, dos jugadores suizos se borraron con su expulsión, y Alcácer firmó su triplete para que la magia luego redondeó Bernat siga en Mestalla.
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