El paseo marítimo y los hospitales, epicentro de la actividad de estos señalizadores de aparcamiento
La llegada del verano ha hecho que los gorrillas estén centrando su actividad en la fachada marítima de la capital, atraídos por el aluvión de visitantes que están recibiendo las playas valencianas sobre todo durante los findes de semana, y que se han convertido en la clientela más fiel para estos aparcacoches ilegales. Desde primera hora de la mañana, cuando prácticamente todos los aparcamientos están vacíos, los gorrillas comienzan a desplegarse estratégicamente por la calle Pavia, desde la confluencia con la calle Mediterráneo.
Conforme van llegando los primeros bañistas, que van ocupando las plazas más próximas al balneario de Las Arenas, se van desplazando, progresivamente, en dirección a la zona donde se encuentra el hospital de la Malvarrosa, emplazamiento en la que tienen localizado un enorme solar. Hasta allí conducen a los visitantes que buscan aparcamiento. Algunos de los gorrillas se centran en organizar el acceso de vehículos al solar, mientras otros acompañan a cada uno de los vehículos hasta su plaza con el objetivo de obtener la ya habitual propina.
Así, tanto el paseo marítimo como el entorno de los hospitales se han convertido en el epicentro de su actividad. En la Malvarrosa, Las Arenas y la Patacona se cuentan por decenas. Destacan también otras zonas, muchas de ellas de pago al ser zona azul, donde también actúan estos aparcacoches, como la Ciudad de la Justicia, el paseo de la Alameda o la avenida de Aragón.
En algunas de estos enclaves, como en el paseo marítimo, los gorrillas conviven junto a los colaboradores de la Policía Local, que se distinguen por llevar un peto amarillo del ayuntamiento.
Los usuarios consultados, por su parte, no están nada de acuerdo con el hecho de tener que pagar una propina por aparcar en suelo público. «Procuro no darles, pero a veces te sientes intimidado y les das por la forma en que se comportan; hay gente que les da poco dinero y se lo tiran a la cara», asegura Antonio Barberá, vecino de Valencia. «Molestan porque orinan y defecan entre los contenedores de basura, y en estos meses que ha estado sin llover no se podía ni pasar por aquí», afirma este vecino de la zona del Hospital General.
«El problema es que te toca ir a aparcar lejos porque siempre están encima de ti, y si no les pagas, ya sabes lo que pasa, te ponen mala cara» lamenta Vicente Gil, vecino de Alaquàs. «El otro día le di a uno 50 céntimos y me dijo que qué era eso; ¿qué le tengo que dar si no tengo nada más suelto?», se pregunta.
«Si no quiero que me rayen el coche o me lo estropeen, tengo que pagar; y como son tantos, igual enfrentarte a ellos es malo para ti», opina, por último, José Carbonell, vecino de Valencia.
El paseo marítimo y los hospitales son el epicentro de su actividad. En la Malvarrosa, Las Arenas y la Patacona se cuentan por decenas. Es casi imposible encontrar hueco de aparcamiento sin que un gorrilla te haya indicado, esperando la consecuente propina. Los alrededores de los hospitales también sufren su actividad. Destacan también otras zonas, muchas de ellas de pago al ser zona azul, donde también actúan algunas de estas personas. Por ejemplo en la Ciudad de la Justicia, Paseo de la Alameda o Avenida de Aragón.En algunas de estas zonas, como en el paseo marítimo, los gorrillas conviven junto a los colaboradores de la Policía Local, que se distinguen por llevar un peto amarillo del Ayuntamiento. Los ciudadanos no están nada de acuerdo con el hecho de tener que pagar una propina por aparcar en suelo público.
“Procuro no darles, pero a veces te siente intimidado y les das por la forma en que se comportan; hay gente que les da poco dinero y se lo tiran a la cara”, aseguró Antonio Barberá, vecino de Valencia. “Molestan porque orinan y defecan entre los contenedores de basura, y en estos meses que ha estado sin llover no se podía ni pasar por aquí”, afirmó este vecino que vive en la zona del Hospital General.
“El problema es que te toca ir a aparcar lejos porque siempre están encima de ti, y si no les pagas, ya sabes lo que pasa, te ponen mala cara”, aseguró Vicente Gil, vecino de Alaquàs. “El otro día le di a uno 50 céntimos y me dijo que qué era eso; ¿qué le tengo que dar si no tengo nada más suelto?”, señaló.
“Si no quiero que me rayen el coche o me lo estropeen, tengo que pagar; y como son tantos, igual enfrentarte a ellos es malo para ti”, opinó José Carbonell, vecino de Valencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario