Se llaman Almudena Sanz, Marcos Villacampa, Jon Goitia y Antonio Relaño, y ninguno pasa de los 23 años. Cuando tienes una idea de éxito, poco importa la edad, pero resulta inevitable preguntar por ella porque su juventud salta a la vista. Con sus camisetas corporativas, que se han puesto para recibir la visita de Teknautas, parecen los empleados novatos de alguna cadena de tiendas de informática.
Pero nada de eso. Estos cuatro chicos son emprendedores en mayúsculas. Se conocieron hace dos años en la universidad, a través de un profesor que conocía su interés común por la impresión en 3D y no tardaron ni una semana en decidir que tenían una visión común que merecía apostarlo todo. “Nos conocimos un miércoles y el sábado ya estábamos en el abogado firmando la creación de nuestra sociedad”, cuenta Antonio, el mayor de ellos, que ha asumido el título de CEO (“aunque todos hacemos de todo”, añade).
La criatura se llama LEAPto3D, y es una startup dedicada a la impresión 3D. Su principal actividad, explican, es la venta de impresoras 3D, pero lo que hacen va más allá de despachar los pedidos. Interesados en esta tecnología desde sus comienzos, mucho antes de que se hiciera popular y ocupase artículos y artículos en la prensa especializada, comprendieron que el negocio no estaba sólo en vender las impresoras, sino que había que enseñar a utilizarlas y convertirlas en un producto útil para cualquiera.
De derecha a izquierda: Antonio Relaño, Jon Goitia, Almudena Sanz y Marcos VillacampaDe derecha a izquierda: Antonio Relaño, Jon Goitia, Almudena Sanz y Marcos VillacampaLa tecnología y el conocimiento para usarla
“Nuestro objetivo es convencer a las amas de casa de que pueden sacarle provecho a una impresora 3D”, dicen, medio en broma y medio en serio. Por eso, han estructurado el negocio en torno a tres ejes. Por un lado, venden los kits para montar las impresoras, un modelo sencillo basado en hardware libre. Por otro, ofertan piezas de recambio y los materiales para imprimir, unas bobinas de plástico que funcionan como la tinta de una impresora tradicional.
Su gran apuesta son los talleres de impresión 3D, que ofrecen junto con las impresoras, en los que prometen enseñar todo lo necesario para que sus clientes salgan de allí con la impresora montada y funcionando a pleno rendimiento. Es decir, la tecnología y el conocimiento para usarla en un solo 'pack'Pero su gran apuesta son los talleres de impresión 3D que ofrecen junto con las impresoras, en los que prometen enseñar todo lo necesario para que sus clientes salgan de allí con el dispositivo montado y funcionando a pleno rendimiento. Es decir, la tecnología y el conocimiento para usarla en un solo pack. Porque de nada sirve tener todas las posibilidades a tu alcance si no sabes cuáles son y cómo aprovecharlas.
El kit de montaje de la impresora, más una bobina de plástico de un kilo, más el taller de aprendizaje cuesta en total 895 euros. Una inversión medianamente importante para cualquiera, pero sigue siendo un precio razonable si tenemos en cuenta que otras marcas ofrecen kits similares, pero sin curso, por un precio sólo un poco inferior.
Sin ayudas ni concursos
La combinación parece funcionar, puesto que en dos años han conseguido devolver la inversión inicial (“nos la dieron nuestras familias”, dice Jon, y explican que no han recibido ninguna ayuda oficial ni han ganado ningún concurso para emprendedores, “y eso que nos presentamos a todos”, añade Almudena), cubrir gastos y ponerse un modesto sueldo cada uno. El resto de los beneficios lo reinvierten en la empresa.
Saben que los talleres que imparten son los que marcan la diferencia, aunque no son ya los únicos que los ofertan, y se encargan de que sean realmente útiles: cubren desde el montaje de la impresora hasta el uso de los programas informáticos necesarios, pasando por los distintos materiales que se pueden imprimir y cuáles son sus ventajas. 
Sus alumnos son, principalmente, profesionales como arquitectos o ingenieros que buscan reciclarse y aprender conocimientos nuevos en tiempos de crisis. “Para un arquitecto es muy útil poder fabricar una maqueta para un cliente, por ejemplo”, explican. También han pasado por sus cursos varios investigadores universitarios que utilizan la impresión 3D para generar modelos para sus experimentos.
Preguntados por si ninguno de ellos se ha sorprendido por su edad, responden que quizá al principio, pero que cuando se meten en faena nadie presta a su juventud demasiada atención.
El proceso de impresión: del ordenador a la pieza final
Imparten sus talleres en una gran sala que tienen alquilada en el vivero de empresas que la Universidad Carlos III en la localidad madrileña de Leganés y que hace las veces de taller, oficina y aula para sus cursos. Allí es donde nos recibieron y nos hicieron una demostración de cómo funcionan sus impresoras.
El trabajo comienza en el ordenador, utilizando un programa de software libre (que ellos enseñan a utilizar como parte de su taller) para transformar nuestro logo, un diseño en dos dimensiones, en un objeto tridimensional. El programa crea las instrucciones para la impresora, que se comunica con el ordenador a través de una conexión USB.
Una vez terminado el diseño, la impresora se pone en marcha. El cable de plástico entra por la boquilla, que lo va fundiendo para crear un rastro de pocos milímetros. La boquilla va siguiendo el patrón y depositando el fino rastro de plástico, creando la pieza diseñada. La duración total del proceso depende de la pieza a imprimir. La impresión completa del logo de Teknautasllevó aproximadamente una hora y media.
Una vez terminada la impresión, la pieza tarda unos minutos en terminar de endurecerse, y se despega fácilmente del espejo que actúa como base de la impresora.
Desarrollo de su propio modelo de impresora
Con la pieza en la mano, podemos ver claramente las capas de material que ha ido depositando la impresora para darle forma. Esa pequeña trama es más o menos visible dependiendo de la densidad de capas utilizada. Es uno de los ajustes de impresión, igual que ocurre con una impresora tradicional: a mayor calidad final, mayor consumo de material.
En cualquier caso, la función de estas impresoras no es fabricar piezas finales de la calidad de una máquina industrial, sino facilitar el prototipado rápido, la fabricación de maquetas o la creación de modelos de uso intermedio. “Sirve para acelerar el proceso de innovación: si una empresa está diseñando un producto, no necesita enviar un prototipo a fábrica, recibirlo al día o los dos días, probarlo y plantear las mejoras, sino que puede hacerlo todo en el día desde su propia sede, si tiene una impresora en 3D”, cuenta Marcos.
Y eso es lo que ellos mismos están haciendo: utilizar sus conocimientos y los beneficios que están obteniendo para desarrollar su propio modelo de impresora. Quieren fabricar, a base de hardware libre, un dispositivo fácil de usar, compacto y, por qué no, atractivo. Algo que pueda encontrarse dentro de poco en cualquier casa y que sea utilizable sin necesidad de conocimientos en la materia. “Intentamos ocultar todo el cableado y la parte electrónica, que parece que intimida a la hora de usarlas. Queremos que el resultado sea algo similar a una impresora de papel”.