De unas vacaciones de ensueño a la peor noche de sus vidas. No resulta un hecho tan extraordinario ya que los viajes de verano terminan, en ocasiones, en días de pesadilla. Este es el caso de estos tres hermanos valencianos: Ana, Álvaro y Marta. La expectativa eran ocho jornadas de crucero por Italia y Grecia. La realidad: 24 horas en la cubierta del barco. Sin agua y luz. En pijama. Y con el frío ese que obliga a abrigarse cuando estás en alta mar. Mientras, el fuego consumía uno de los motores del Zenith, de la compañía Pullmantur.
El barco partió ya con media hora de retraso de Rávena. Mal presagio. Tras el incendio, algunos pasajeros comentaron que la tripulación les había dicho que uno de los motores arrastraba problemas desde las tres de la tarde. A Marta, la megafonía la despertó cerca de las cuatro de la madrugada. «Pensé que era un simulacro». Al salir del camarote y observar cómo el humo recorría los pasillos se percató de que aquello no era un ensayo de evacuación. El asunto iba en serio.
«Subimos a las terrazas y nos pusieron el chaleco». La fotografía que ilustra este reportaje coincide con ese instante. Ahí, la tensión era máxima. No sabían si finalmente tendrían que embarcar en los botes salvavidas. La tripulación, como siempre en estos casos, trataba de mantener la calma. «Nos decían que en media hora estaría solucionado». Pero las medias horas iban sucediéndose. Y así hasta completar todo un día. Algún reproche sí que hubo hacia los trabajadores, aunque la atención de los empleados, en líneas general, fue «muy buena».
La cubierta de un barco en alta mar y por la noche obliga a protegerse del frío. «Es que íbamos todos en pijama. Tuvimos que taparnos con mantas». La situación cambió radicalmente con la salida del sol. Entonces, fueron víctimas de un calor asfixiante, sin poder resguardarse todos del sol y sin usar las duchas ni la piscina. Las duchas se habían convertido ya a estas alturas en retretes donde los pasajeros acudían a orinar ante la imposibilidad de hacerlo en la mayoría de los baños. Algunos estaban totalmente colapsados. «El olor que salía era insoportable», precisa Marta.
La ingenuidad de un niño deparó uno de los momentos más dramáticos de la noche. «Bajé con mi hermana al camarote para ver si podía coger algo de ropa. Y, entonces, escuché cómo un niño le decía a su madre: 'Mamá, ¿vamos a morir aquí'». También en ese momento, las dos hermanas valencianas vivieron su particular momento crítico: «Las puertas de emergencia quedaron bloqueadas y no podíamos salir de nuevo a la terraza».
Conseguir una manta, comida o una botella de agua ocasionó alguna disputa entre los pasajeros. «Hubo gente que pasó miedo». La incertidumbre se suele vivir con temor. Recuerda Marta algún caso de pasajeros que buscaban la insulina y no podían bajar al camarote o incluso alguna pequeña trifulca al recriminar a la tripulación lo que estaba ocurriendo. Otros turistas mantienen una calma envidiable.
Finalmente cuatro barcos remolcaron a la embarcación siniestrada a tierra. Alrededor de una decena de valencianos compartía trayecto con los tres hermanos. Desde allí un avión y de regreso a Madrid. Los valencianos llegaron ayer en AVE a Valencia.
No habrá problema, en principio, con el coste del viaje. «La compañía nos ha dicho que nos devolverá todo el dinero». En compensación por el día de navegación en cubierta, la compañía les ha ofrecido un descuento del 25% si quieren contratar un viaje en el futuro. «Yo no tendría problema. Pero mi hermana es la última vez que se sube a un barco. Eso es lo que nos ha dicho».
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