«Mi hija tiene su vida en la cárcel»
La madre de la mujer que quiere vivir en prisión afirma que una desgracia familiar y un episodio de abusos sexuales marcaron la vida de la reclusa
La vida le ha puesto más obstáculos y zancadillas de las que puede saltar su voluntad. María José G., la mujer de 42 años que quiere vivir en la cárcel de Picassent, se sinceró en prisión con una psicóloga y le contó que sufrió abusos sexuales cuando era menor por parte de un familiar. La reclusa tardó varios años en denunciar unos hechos que marcaron su adolescencia y moldearon su carácter. «Mi hija se hizo más rebelde con la muerte de su padre y los abusos», afirma Carmen G. «Hasta que no se lo sonsacaron en la prisión de Ávila no me enteré de lo que había sufrido», reconoce la madre con el rostro cariacontecido.
La mujer no entiende las amenazas de su hija a un juez para que decretara su ingreso en la cárcel, ni su obstinación al rechazar la rebaja de pena. «Mi hija tiene su vida en la cárcel y por eso provocó su detención», sostiene Carmen. «Es muy duro para una madre decir esto. Ella no es feliz en prisión, pero tiene allí su vida», insiste. Carmen tuvo que trabajar duro para criar a su tres hijas tras la muerte repentina de su marido. «María José tenía ocho años y sus hermanas eran más pequeñas. Intenté darles la mejor educación posible», recuerda.
Pero la mayor de la niñas empezó a coquetear muy pronto con las drogas. «Le dije muchas veces que ese no era el camino. Se ponía muy violenta y pegaba a sus hermanas. Aquellos años fueron terribles», explica Carmen. De consumir sustancias estupefacientes pasó al narcotráfico en poco tiempo. «La detuvieron en Canarias con cuatro kilos de droga y estuvo en prisión varios años. El avión me da mucho miedo, pero fui a verla. Es mi hija y la querré siempre», dice con los ojos llorosos.
Años después, María José pidió su traslado a la prisión de Ávila. «El motivo no lo sé. A mí me dijo que buscaba mejor ambiente». Tras cumplir su condena, la mujer regresó a Quart de les Valls, el pueblo donde se crió y reside su madre. «Se aputó a la bolsa de empleo y trabajó en labores de mantenimiento y limpieza del municipio», señala un funcionario del Ayuntamiento.
Luego se enamoró de Chelo, otra reclusa del centro penitenciario de Picassent, y parecía que María José había enderezado su vida. «Cuando se casaron todo iba bien», asegura Carmen. Chelo cumplía pena en prisión y María José estaba libre. La boda se celebró en el juzgado de Picassent. «Mi hija iba a verla siempre que podía y cuando su pareja salió de la cárcel se vinieron al pueblo a vivir», afirma la vecina de Quart de les Valls.
Pero algo se torció el 22 de noviembre de 2012. Aquel día, como ya informó ayer LAS PROVINCIAS, María José protagonizó un grave altercado en el juzgado de instrucción número 5 de Sagunto. La mujer exigió que decretaran su ingreso en prisión tras lanzar un botellín de cerveza contra el mostrador. Después, cogió un trozo de la botella rota y trató de acceder a la zona de los funcionarios. El guardia civil que vigilaba el edificio lo impidió tras un forcejeo.
Una vez reducida, María José G. no paraba de repetir que quería que la llevasen a la cárcel, y se dirigía a la funcionaria del juzgado con expresiones como «vete a chupar pollas, hija de puta», según afirma textualmente la sentencia. También amenazó de muerte a la juez y una policía nacional. Tras ser condenada por estos graves hechos a cinco años y nueve meses de prisión, el abogado de la mujer consiguió una rebaja de pena de dos años de cárcel. El juez, el letrado y el fiscal se quedaron perplejos cuando María José rechazó el acuerdo en el juicio el pasado mes de mayo.
La reclusa prefería vivir en el centro penitenciario de Picassent, donde tiene más arraigo, aunque dio vagas explicaciones sobre los motivos. Su madre pide ahora compasión en la aplicación de la justicia contra una mujer que no es un ejemplo de reinserción. «Algo falla en el sistema cuando mi hija provocó su detención para volver a la cárcel», se queja la afligida madre.
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