domingo, 16 de febrero de 2014

La aljamía valenciana. Testimonios sobre el uso del romance (V)

La aljamía valenciana. Testimonios sobre el uso del romance (V)
Por Agustí Galbís

En este artículo comprobaremos que ciertas personas que vivían o habían vivido “sots senyoria de moros”, fueran mozárabes/cristianos, musulmanes o judíos, manifestaron un bilingüismo activo, actuando como traductores al romance. Vamos a ver que el romance se convirtió en la lengua “franca” de los miembros de las tres religiones, que colaboraron en traducciones árabe/latín/hebreo.

El inicio de esta colaboración en las traducciones se detecta en el Toledo posterior a la capitulación musulmana del año 1085. El nuevo poder cristiano fue commemorado con la construcción de la iglesia de San Román de Toledo, donde segun el catedrático H. Salvador Martínez se pusieron “incluso inscripciones en castellano aljamiado alrededor de los nichos de los santos probablemente porque los fieles hablaban castellano pero sólo lo entendían si estaba escrito en caracteres árabes” (p 105 de “La convivencia en la España del s. XIII” de Salvador Martínez.- 2006). Veamos algunas intervenciones de la población que había tenido gobernantes musulmanes, o de sus descendientes, en distintas traducciones, de las que se deduce que conocían el romance y lo hablaban.

Pedro el Venerable, abade de Cluny, nos cuenta en el “Liber contra sectam sive haeresim Saracenorum”, que cuando se propuso traducir el Corán entre 1142-1143, “legemque ipsamque Alchoran vocatur” del árabe al latín, “transferendum de lingua arabica in latinam”, reunió un equipo de expertos en árabe, “peritos linguae arabicae”, entre los que estaban tanto cristianos com sarracenos, “christianis interpretibus etiam sarracenum adiunxi”. El grupo estava compuesto por el inglés “Robertus Ketenensis”, el alemán “Armannus Dalmata”, el mozárabe “Petrus Toletanus” y el musulmán “sarraceni Mahumeth nomen erat”. Podemos imaginarnos que Petrus Toletanus y Mahumeth, aclarirían el árabe escrito hablando entre ellos en romance y/o árabe. Seguramente el mozárabe lo traduciría al latín que sabría, y los dos extranjeros lo corregirían al latin eclesiástico de moda.

Hacia el año 1150, el “Liber de anima seu sextus de naturalibus” de Ibn Sina o Avicena se tradujo del árabe al latín. Entre los autores de la traducción están el filósofo judío Abraham Ibn Daud (ca. 1110-1180) o “Johannes Avendehut israelita philosophus”, huido el año 1148 desde Córdoba hacia Toledo por la invasión almohade, y el mozárabe “Dominico Archidiacono” o “Dominicus Gundisalvi”. Se suele decir que Ibn Daud traducía al romance y desde el romance se traducía al latín. “Habetis ergo librum, nobis praecipiente et singula verba vulgariter proferente, et Dominico Archidiácono singula in latinum convertente, ex arábico translatum”. P. Alonso dice de Ibn Daud que “era un sabio que podría dictar en romance el texto árabe de Avicena lleno de tecnicismos”. Que en el s. XV el romance continuaba haciendo de lengua puente, lo podemos ver en una traducción del hebreo al árabe. Un judío traducía al romance y a partir del romance un musulmán traducía al árabe. En el colofón del libro se habla de traducciones “del hebreo al latín y del latín al árabe”, explicando que “Latin es el no árabe (al-ayamiyya, por al-A’yamiyya) utilizado en la tierra de España (Isbaniyya), que es al-Andalus”. Hallamos que la traducción del hebreo al romance (“r.muns” en el manuscrit), la hizo “Yus.b discípulo del autor Zacuto”, y del romance al árabe Ahmad b. al-Qasim. (p 163 del vol 21 del “Anuario de filologia: Estudios hebreos y arameos”).

Daniel de Morley (c.1140 -c.1210) estuvo en Toledo investigando sobre traducciones del árabe. En su “Philosophia”, escrita entre 1175 y 1187, habla de un mozárabe de Toledo a quien llamaban “Galippo”, que hablaba en el romance de Toledo o lengua toledana “ut Auditoris animus fortius cohereat, quod un mixtarabe Galippo en lengua Tholetana subscribitur didici latine”, confirmando que los mozárabes toledanos hablaban en un romance que consideraban propio. Muchos otros documentos lo corroboran, com aquel de la década de 1170, con subscripciones en latín y en árabe, que tiene una nota en árabe que dice que “Jálid b. Solaimán b. Gasan b. Servando oyó que el arzobispo dijo lo anterior en romance, y Domingo Salwat también”.

El conocimiento de árabe de la serie de “traductores” extranjeros que pasaron por Toledo, fue puesto en duda por Roger Bacon (c. 1214-1294), quien atribuía las traducciones a los nativos. Michael Scotto (1175-1232?) traducía teóricamente en el año 1217 “De Sphaera” de b. al-Bitruji (Avenalpetraug). Segun el “incipit”, el autor era “Magistro Michaele Scotto”, ayudado “cum Abuteo levite” o Abu Daud, judío. Roger Bacon, en “Opus Majus” dijo que Scotto se atribuía las traducciones del verdadero autor que era un judío, probablemente converso, que había tomado el nombre de Andrés. “Michael Scotus, ignatus quidem et verborum et rerum, fere omnia quae sub nomine eius prodierunt, ab Andrea quodam Iudaeo mutuatus est”. En “Compendium Philosophiae” insistió en que, quien más trabajó en las traducciones de Scotto, no fue el, sino Andrés “Similiter Michael Scotus ascripsit sibi translationes multas. Sed certum est quod Andreas quidam Judaeus plus laboravit in his”. Otro de los “traductores” extranjeros que actuó en Toledo entre 1240 y 1256, fue Herman el alemán, o “Heremannus Alemannus” (m. 1272/1273), que fue obispo de Astorga desde 1266 hasta su muerte. Roger Bacon, que le conocía, dijo de él en “Compendium Philosophiae”, que no conocía bien el árabe, y que no era más que el asistente de unos musulmanes españoles que eran los verdaderos traductores “Nec Arabicum bene scivit ut confessus est quia magis fuit adjutor translationum quam translator quia Sarascenos tenuit secum in Hispania qui fuerunt in suis translationibus principales”. Como no es lo más lógico pensar que el judío y los sarracenos tradujeron directamente al latín, habremos de concluir que seguramente lo hacían al romance.

En el año 1239, con motivo del pleito para la adjudicación de la “Ordinatio eclesie valentinae”, se estudiaron “quatuor libros Arabicos”, y para entenderlos llamaron a un judío y a un sarraceno “et fecimus legi in libris illis per unum Iudaeum et alium Saracenum”, que sin duda transmitieron su contenido en romance. (“Madrid desde el año 1235 hasta el de 1275” de Fidel Fita).

Ibn Sahib al-Sala (c.1142- c.1197), referente al año 1170, relata que dos musulmanes hicieron de interlocutores entre almohades y cristianos “le propusieron una conferencia con el Sayyid, que se celebró junto a Badajoz. Se entrevistaron los dos a caballo e Ibn Wazir e Ibn ‘Azzun hablaron con su intérprete y firmado un nuevo pacto se retiró Fernando II a su país” (p. 17 de “Anais” – Academia Portuguesa da Historia.- 1954).

El primer musulmán valenciano a quien específicamente se le asigna el oficio de traductor, nos lo presenta el rey Jaime en el “Libre dels feyts”. Nos cuenta, que en las negociaciones para la rendición de la ciudad de Valencia, Zayyan le envió para Jaime I a un natural de Peñíscola “Ali Albata, qui de Paniscola natural, que el nos enuiaria, e que parlaria ab nos”, que se quedó a solas con él y la reina “E quan fo vengut…tan solament nos e ella, e el missatge que era trujama”. Es dificil dudar que Ali Albatà hablaba el mismo romance que el sarraceno de Cullera “qui sauia nostre lati” y que el de Biar que “era latinat”.

Algunos de los cristianos, judíos y musulmanes valencianos que habían vivido “sots senyoria de moros”, o sus descendientes, conversos o no, que habían mamado cultura musulmana, iban a ser protagonistas activos de traducciones árabe/llatin/romance. Como todavía hay pájaros que piensan que Jaime I no se encontró con cristianos -los “valentini” de la “Ordinatio Ecclesiae Valentinae”-, y judíos valencianos, les presentaremos a “Ibraym judeus valentinus” a quien en el Repartimiento se le adjudicó “domos de Juçeph Abin sapund…”, y a cristianos que indudablemente eran valencianos, como “Valentinus: d(omus) Mahomat Abenunna”, “Marti Petri de Paterna: d(omus) Juçef Alguasqui” o “lohanne Petri de Cuyllera” a quien hallamos en el año 1248, vendiendo propiedades.

La necesidad de escribir y traducir al romance, se dió en todas las lenguas románicas, pero en épocas distintas. Es constatable que reconquistado el territorio valenciano, parecía que la necesidad de escribir en romance se dispara. Ramon Llull daba las razones para hacerlo, cuando decía traducir del latín al romance “Que translat de lati en romans”, para poder enseñar al puebo llano, compuesto por aquellos “qui no saben lati / Ni arabich”. Es representativo que F.J. Hernández afirme que “los primeros textos ‘consistentemente en romance’ que aparecen en el reino de Castilla”, son salidos de “las notarías mozárabes de Toledo”, citando la carta de “Pedro Alpolichen” del año 1175. (p 23 de “Los orígenes del español y los grandes textos medievales” en “Acercamiento a los orígenes del español escrito”). También el romance debía de ser la lengua de las notarías de conversos como “Jacme Sarray, notari de Valencia”, a quien conocemos porque el año 1287, denunció ante “vos, seyner en Thomas Fabre, justicia de Valencia”, a otros conversos “Johan d’Orto, batiat, e Rodrigo, fill seu…”, que actuaban en “lo terme d’Altell, en la orta de Valencia” (p 852 del “Llibre de la Cort del Justícia de València”).

El rey Jaime comprobó que el romance era necesario para entenderse con la población que salía del dominio musulmán. La convivencia entre religiones hacía imprescindible que todo el mundo tuviera acceso al conocimiento de la ley, para poder impartir justicia, por lo que se aprobó una traducción de los Fueros latinos al romance valenciano, que se hizo en el año 1261. En estos Fueros, vemos que las partes de un pleito se aclaraban hablando en romance “Aquela cosa que…diran en pleit…planament en romanç” y se obliga a que “Los jutges en romanç diguen les sentencies que donaran”. Contrariamente, a loscatalans parecía no preocuparles nada, el tener sus normas legales en latín hasta el año 1413, cuando se dieron cuenta de que “per ço las personas legas han ignorentia de aquellas”, pidiñendole al rey que “sien tornats de Lati en Romanç”. ¡Lo que les había preocupado a los “señores” catalanes, que el pueblo llano catalán ignora las leyes hasta ese momento!

La convivencia de personas que profesaban distintas religiones, obligó a que los Fueros regularan los requisitos para que una persona de una religión pudiera acusar a otra de distinta religión. Hemos visto que las “Leyes de los Moros de España”, establecían por ejemplo que “non pasan testimonios de christianos ni de judios unos con otros sobre muçlim” (Tit. CLXXXVI). Los Fueros exigieron inicialmente que probaran dos testigos, uno de la religión del acusador y otro de la del acusado: “si juheu prova contra christià, deu provar ab juheu, e ab christià…Aquella cosa metexa sia de sarrahi contra christià e contra juheu”, ampliándose posteriormente esa posibilidad a que los dos testigos pudieran ser de la religión del acusado: “juheu pot provar contra christià ab dos christians… e axí sia observat dels sarrahins”. Se trata de procedimientos garantistas, que exigían que las personas de las tres religiones se entendieran, tanto para poder acusar como para poder defenderse. En esta serie de artículos veremos que en las Cortes de justicia de la ciutat de Valencia, de Cocentaina o de Alcoy, no habían traductores, porque cristianos, sarracenos y judíos, se entendían en romance. Ovidi Carbonell, en relación al libro de la Corte de Justicia de Cocentaina del s. XIII escribe que “Constato además la ausencia de menciones a traductores”. (p. 250 de “Identidades Marginales” en “Marginación en el reino de Valencia”).

Por esta época, además de traducirse los “Furs” al romance valenciano, se escribía el “Libre dels feyts”, pudo comenzarse la compilación del “Libre del Consolat de mar”, institución creada a solicitud valenciana en el año 1283, frente al mallorquín de 1343 y el catalán de 1347, y algunos valencianos como san Pedro Pascual o Arnau de Vilanova, entre otros, escribían en romance.

Considero interesante apuntar unas notas sobre el “Libre dels feyts” de Jaime I, del que suele decirse que fue redactado en dos partes, la primera de ellas en la Xátiva de 1244 y una segunda en 1274. Redactado en romance valenciano, los autores valencianos serían los responsables de una forma autobiográfica, característica de las biografías oficiales de los gobernadores musulmanes. Burns analizó el hecho en “The king’s autobiography: the Islamic connection”, (pp. 285-88 de “Muslims, Christians, and Jews”), a partir de la “History of Muslim historiography” de Franz Rosenthal. Además, las autobiografías musulmanas se ayudan de multitud de anécdotas “by means of anecdotes and episodes”, tal y como sucede en la Crónica del rey Jaime. Una de las que delata la influencia musulmana es la que cuenta que “E fom a Burriana e quant vench que volguem leuar la ost vna oroneta hauia fet vn niu prop de la scudella del tendal: e manam que no leuassen la tenda tro que ella sen fos anada ab sos fills pus en nostra fe era venguda”, que fue analizada por Samuel G Armistead en “Una anècdota del rei Jaume I i el seu paral·lel àrab”, comparándola en la que cuenta Yaqut ibn-Abdallah al-Rumi (1179-1229), en relación a un general que mandó alzar un campamento, pero cuando vio que “una coloma (yamama) havia post ous damunt, per la qual cosa va dir: ‘Ella és inviolable en la nostra proximitat (yiwarina). Deixeu la tenda desplegada fins que tinga els pollets i, llavors, feu-los volar’” (Sharq alAndalus 9, 1992, p 223-228 de Samuel G Armistead). También el “Rawd al-Qirtas” nos cuenta que Muhammad al-Nasir estaba en el año 1211 frente al castillo de Salvatierra y “se detuvo tanto tiempo ante este castillo, que anidaron las golondrinas en su tienda, empollaron y sacaron las crías a volar, mientras él seguía en el cerco” (p. 461 del vol. 2 del “Rawd Al-Qirtas” por Huici Miranda). Es curioso que Burns diga del autor que era de espiritualidad primitiva anticlerical y a veces casi de un bautizado paganismo “primitive and unclerical, and at times almost a baptized paganism”, seguramente porque era o un “heterodoxo” mozárabe o un converso. En relación a su lengua, los “il·l·lustrissims” Antoni Ferrando y Vicent Josep Escartí, escriben que se trata de un texto “que recurre muy a menudo a arabismos y mozarabismos com albíxera, algorfa, alforro, barcella, fòvia, recena, tanda, vega, etc” (“Sobre Jaume I i el Llibre dels fets”).

De momento hemos visto, que mantener que hubo un corte en el uso del romance por parte de la población que vivia “sots senyoria de moros”, no tiene ningún sentido. En la siguiente parte del artículo, hablaremos un poco de la traducción de los Furs al romance valenciano, de san Pedro Pascual y Arnau de Vilanova, que sabían árabe e hicieron traducciones al romance, y de judíos y musulmanes valencianos que también tradujeron del árabe al romance.

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